La culpa es, quizás, la tortura más intensa que puede soportar el alma de un ser humano. Es por esto que Fedor Dostoievski decide mostrárnosla en uno de los casos más conocidos en la historia literaria: Crimen y castigo.
Sin embargo, catalogar este clásico de la literatura como un simple recuento de lo que puede ser el sufrimiento causado por la culpa, o como la descripción de sus consecuencias y del derrumbador peso que empuja sobre el alma humana, sería no hacerle justicia a la riqueza del texto. Hay que decir que la obra de Dostoievski va mucho más allá, que abarca multiplicidad de sentimientos, emociones, ideologías y todos los elementos que configuran, en definitiva, la integridad psicológica de una persona.
La historia empieza con Raskolnikov, un estudiante pobre que decide acabar con una anciana, a la que considera un parásito para la sociedad. Intenta ubicarse así por encima del bien y del mal, como una clase de semi-Dios, al que en nada afectan las consecuencias de su crimen.
Pese a su gran inteligencia, la conciencia lo traiciona: le muestra que está hecho del mismo material que el resto de las personas. En este punto empieza la lucha de nuestro protagonista por tratar de controlar sus emociones y sentimientos, para darse cuenta, al final, que es posible que esa lucha la tuviera perdida desde un comienzo.
Soberbia, envidia, remordimiento, amor, grandeza del alma... todas son sensaciones perfectamente humanas, tan humanas como el constante devenir entre el bien y el mal; una lucha que siempre se puede perder o ganar, dependiendo de la visión de cada uno. Y es una de estas visiones, la de Raskolnikov, la que nos quiere compartir el autor ruso, mostrándola desde su concepción hasta su final, con una profunda y perfecta descripción psicológica rodeada de un ambiente frío y mísero que, no obstante, puede estar cargado de un poco de esperanza por la salvación del alma humana.
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