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Una nueva alianza en la red
Laura Vazquez 22/6/2001


Cuando surgieron las primeras editoriales digitales, los apologistas de las diferencias, los críticos radicales de siempre, los tradicionalistas y oportunistas del mercado legítimo libraron una lucha simbólica y económica para devastar el uso tecnológico que democratizaría el acceso y la participación en materia de difusión literaria. La historia siempre se recicla. Cuando Platón vaticinó que la escritura adormecería la memoria, muchos de sus fieles levantaron las banderas de la tradición oral, oponiendo ilusamente dos formas de expresión cultural perfectamente convivientes. Lo mismo sucedió en otros campos: el automóvil suplantaría al ferrocarril, la videocassetera familiar al cine, la televisión al teatro, la radio a la conversación cara a cara, el supermercado al mercado de barrio, la macdonalización al fordismo, el microhondas a Doña Petrona y así podríamos seguir la lista hasta puntos inimaginables. Pero lo cierto es que la fantasía orwelliana está muy lejos de ser alcanzada y que en el mundo contemporáneo todo se acerca más a la metáfora del pastiche que al añorado palimpsesto cultural. Estilos, formas, producciones y usos conviven de la más extraña manera sin que los gurúes del apocalipsis logren satisfacer sus profecías. 

Las editoriales digitales han dado un paso en este sentido. La tinta y el papel puede convivir con las nuevas tecnologías y los usuarios de la red pueden disfrutar de la lectura a la vieja usanza haciendo su pedido desde su personal computer. Un libro digital no es un libro impreso, pero un libro digital puede ser impreso sin dejar de ser digital. Los formatos no son intercambiables pero pueden convivir gracias a los beneficios que aportan los nuevos sistemas de edición on line. El libro en papel y el libro digital se darán la mano, a pesar de las voces detractoras de unos y de otros. Cuando todo comenzó, hace ya más de una década, la discusión giraba en torno a una pregunta casi retórica: ¿podrá el libro electrónico suplantar al de papel? La respuesta ya está entre nosotros: no. Porque nada suplanta a nada en la historia sino que lo incorpora, y así los amantes de la tinta y el papel se encontrarán con modernos argonautas sin que medie entre ellos el menor resquemor. 

Después de todo, en la diferencia se suma y no a la inversa. Estará en nosotros y no en las nuevas tecnologías dejar atrás viejos y caducos axiomas. 


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