La polémica entre escritores que piensan que la literatura debe reflejar
la realidad y los que, por el contrario, creen que debe ser artificiosa y
alejarse de ella, es bastante antigua.
Desde distintas posiciones, en Argentina se defendió o se estuvo en contra de la
aparición de lo real en la literatura. Borges, por ejemplo, siempre
postuló una literatura alejada de lo real, y más bien relacionada con sus
lecturas.
En la Unión Soviética de Stalin, el arte realista dio origen al
realismo socialista, corriente que se convirtió en dogma. El realismo
socialista se opuso a la experimentación de muchas tendencias de vanguardia, que
sí habían tenido un lugar en la Unión Soviética de los comienzos. Uno de los
argumentos para esta oposición fue que las tendencias de vanguardia no podían
dar cuenta de la realidad.
Esta discusión literaria, que se reeditó en los años 70 y cada tanto resurge,
parece delinear dos tipos de escritores, uno, comprometido con lo real, y el
otro con la literatura.
La dicotomía es algo rígida, pero, además, la idea misma de la realidad es un
punto poco claro.
¿Qué es la realidad?
Para empezar, si queremos estar seguros de si un texto es fiel a la realidad o
no, primero hay que ponerse de acuerdo en qué es la realidad. Cortázar,
contestando un poco a esa pregunta, en una polémica que tuvo en los años 70,
afirma: “La auténtica realidad es mucho más que el ‘contexto sociohistórico y
político’, la realidad soy yo y setecientos millones de chinos, un dentista
peruano y toda la población de Latinoamérica, Óscar Collazos y Australia, es
decir el hombre y los hombres (...)”
En definitiva lo que plantea Cortázar es que el concepto de realidad no es tan
simple como parece, que la realidad es, de alguna manera, inconmensurable.
Realidad y realismo
El primer problema cuando se habla de que la literatura refleje la realidad es
que se olvidan cosas que, si bien parecen obvias, no lo son. La primera es que
la literatura trabaja con el lenguaje, y el lenguaje en sí es una mediación (las
palabras no son las cosas, y además, qué términos se usan y cómo se usan, ya da
cuenta de algo, una decisión estética e, incluso, ideológica). Es decir, que si
la realidad aparece, está representada en un texto literario.
Además, cuando se habla de realismo, no se puede dejar de pensar en la tendencia
del siglo XIX, que utilizó una serie de recursos literarios.
Roland Barthes, analizando la descripción del entorno real en Madame
Bovary, de Flaubert, muestra que está construida para hacer aparecer a la
ciudad de Rouen como una pintura (De hecho, cita la descripción: “Así, visto
desde lo alto, el paisaje entero tenía un aire como una pintura”), y señala que
Flaubert cumple aquí con una definición de Platón, que el artista es un hacedor
en tercer grado. Esto implica que el escritor no está trabajando directamente
con la realidad, como aparenta, sino que tiene el filtro de las artes plásticas.
Por otra parte, Barthes señala que las descripciones en los relatos realistas
tienen por función decir que “son lo real”; en definitiva, que cuando se
describe en estas narraciones una ciudad con precisión se está utilizando un
recurso.
En este sentido, cuando se menciona al realismo y a los escritores realistas, se
habla de alguna manera de escritores que son herederos de la forma de
representar de esta tendencia.
No obstante, hay otras formas de representar la realidad. Para el Theodor W.
Adorno, la aparente ausencia de sentido en algunas obras de arte moderno
tiene relación con representaciones de la realidad. Por ejemplo, Adorno señala
que la representación cubista es una crítica a la realidad de su momento (para
él "El Guernica", de Picasso, plantea más crudamente el tema de una situación de
guerra que cualquier pintura realista), y, con respecto a la aparente falta de
coherencia del teatro del absurdo de Beckett, dice: “Las piezas son
absurdas no por la ausencia de cualquier sentido –serían entonces irrelevantes–,
sino porque tratan sobre él. Son el despliegue de la historia del sentido”.
En definitiva, la literatura puede representar lo real de formas muy diversas, y
no sólo intentando que, aparentemente, sea una copia.
Lamentablemente, la confusión entre lo real y las representaciones de lo real no
se limitan a la literatura. De hecho, muchas veces vemos los noticieros de
televisión como si fueran lo real, y nos olvidamos de que detrás de ellos
hay una decisión informativa, tomada por el canal de televisión o por los
funcionarios del noticiero, quienes deciden qué hechos de la realidad mostrar y
a cuáles darles más peso (lo mismo sucede con las noticias y titulares de los
diarios).
La función social de literatura
Hay quienes sostienen que la literatura tiene una función social, y quienes
contradicen esta opinión afirman que solamente el arte existe para producir
belleza. La literatura, en tanto implica a más de una persona (un escritor,
lectores), tiene una circulación y tiene relación con un determinado mercado, es
un hecho estético y a la vez social.
No obstante, limitar la literatura a la mera reproducción de la realidad,
apelando a esa función social, es empobrecerla un poco.
La realidad puede ser un material más de la literatura. Muchos escritores que se
sienten identificados con su tiempo, representan elementos de la realidad. Sin
embargo, la tarea de escritor es la literatura. En este sentido, cito a
Andrés Rivera, quien dijo recientemente en una entrevista de la Revista Ñ:
“No hay manera de transmitir un mensaje, el famoso compromiso de Sartre, sin una
buena escritura”.
Bibliografía
Collazos, Óscar, “Óscar Collazos: encrucijada del lenguaje”, y Cortázar, Julio,
“Literatura en la revolución y revolución en la literatura: algunos
malentendidos a liquidar”, en Collazos, Óscar; Cortázar, Julio; y Vargas Llosa,
Mario, Literatura en la revolución y revolución en la literatura (polémica),
México, Siglo XXI Editores, 1970.
Adorno, Theodor W., “Sociedad” y “Crisis del sentido”, Teoría estética,
Ediciones Orbis, Madrid, 1984, págs. 308 y 204.
Barthes, Roland, “El efecto de lo real”, en Lukacs, Georg; Adorno, Theodor W.;
Jakobson, Roman; Fisher, Ernst; y Barthes, Roland, Realismo. ¿Mito, doctrina
o tendencia histórica?, Buenos Aires, Ediciones Lunaria, 2002, págs. 78 y
81.
“La ficción del desgarro argentino”, entrevista a Andrés Rivera, Revista Ñ, del
diario Clarín, 17 de julio de 2004.
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