Mina Grande es un país donde hay un lago abierto. Ubicado en el norte de Sudamérica su territorio va del Atlántico al Pacífico. Es un país imaginario desde el punto de vista legal. Pero existe vigorosa y felizmente en el mundo de la ilegalidad.

Si nos adentramos en el mundo de lo ilegal, entonces Mina Grande no es más imaginario que cualquier otro país. Las migraciones no autorizadas han llevado ese gran arco geográfico entre dos océanos gigantes a constituir una realidad humana lo suficientemente integrada para poder recibir el honroso nombre de pueblo. Ya vendrá un tiempo en el que tendremos un lugar bien delimitado en el mundo. Quizás con la misión de salvarlo con nuestra acumulación de ineficiencia, una vez que logremos regarla por todo el orbe. Una ineficiencia capaz de detener, justo en el momento de disparar, el efecto mortal de las armas que han desarrollado países de prestigio. Algo que le daría sentido a la frustración y desasosiego, junto con los más sublimes sueños de inalcanzable felicidad humana, que han acompañado nuestras vidas en una interminable y frustrada búsqueda de perfección. De esa búsqueda se trata en este libro.

Está basado en un texto que fue escrito después de muchas vueltas por el mundo antiguo: primero perteneció solo a la tradición oral, después fue un manuscrito árabe y, por último, un relato en castellano. Relata los esfuerzos de un pueblo que huye de su valle originario, en una zona montañosa de algún lugar del mundo, llega al mar y emprende una travesía en medio de los efectos de grandes erupciones volcánicas.

Los miembros de la comunidad en cuestión establecen alianzas, que los apoyan para enfrentar a quienes se interpongan en su camino. Procuran interpretar -con las herramientas propias de los hombres de la Antigüedad- los cambios de todo orden que se producen en el mar y en la tierra después de las grandes erupciones, y luchan para sobreponerse a ellos. Y, claro está, los dioses los acompañaron en su huida, en sus luchas y en su encuentro con un nuevo lugar donde radicarse y prosperar. Dioses que unas veces se olvidaron de ellos; otras, los castigaron, y que, por último, los ayudaron a encontrar el camino hacia una nueva vida. Dioses que escucharon en sus sueños; dioses que en algunos casos debieron abandonar para asumir el culto de otros.