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"Una historia incompleta. ¿Quién tuvo la culpa?"
4/5/2004


El mundo recibe con expectativa la noticia del estreno de La Pasión de Cristo esta vez recreada por el director Mel Gibson. Por los comentarios que han trascendido de parte de los que tuvieron la oportunidad de presenciar su exhibición en privado, parece que una vez más el centro del film será el sufrimiento, la humillación, el vilipendio sufrido por el Maestro. Las reacciones no se han hecho esperar pues al contemplar aquella magnificación del dolor y el sacrificio el espectador termina preguntándose quiénes fueron los responsables de aquel magnicidio. Plantearse una obra tan monumental de una manera tan negativa sólo generará confrontaciones estériles y enfrentamientos innecesarios nacidos de la aproximación errónea e incompleta hacia tan magno evento histórico.

Errónea porque no interpreta el corazón de Jesús. Los Evangelios aseguran que en su agonía el crucificado pidió al Padre que perdonara a sus asesinos por cuanto no sabían a ciencia cierta lo que hacían. Como Cordero de Dios, estaba muriendo de su propia voluntad, nadie le quitaba la vida, Él la ofrecía por todos. Si el ofendido no buscaba culpables, ¿por qué los habríamos de buscar nosotros? Concentrarnos tanto en la forma del dolor sacrificial de Cristo, dramatizada seguramente de manera magistral por los actores participantes en la película, nos oscurece su trascendencia, dejándonos en la boca el amargo sabor de una muerte injusta e impune, mientras nos desentendemos de sus beneficios. Sin duda que Jesús esperaba menos justicialismo y más piedad, menos vestiduras rasgadas y más misericordia, menos religión y más vivencia cristiana. Pasados los dolores de la muerte nada podría entristecer más al carpintero de Galilea que descubrir lo inútil de su pasión por cuanto el hombre no se ha aprovechado de su oferta redentora último propósito de su muerte.

Incompleta por cuanto no se ocupa de la consecuencia inmediata de la crucifixión: la resurrección. Una vez más, la película de moda en la Semana Santa destacará sobre todo y ante todo, la humillación de Jesús. Ciertamente es parte de la historia pero no estará completa sin la victoria final del Mesías sobre la muerte física. Vivir sólo una parte de la historia produce frustración, tristeza, desesperanza. Las películas sobre la pasión de Cristo no son nuevas, antaño la gente salía de los cines llorando y con razón pues acababan de ver morir a su Dios. Una visión tan limitada de la verdad ha provocado una cultura religiosa que celebra el dolor. Las procesiones del Silencio y el Santo Entierro lucen apoteósicas e imponentes pero para el Domingo de Resurrección los fieles estarán en las playas contando ya muchas vidas perdidas en accidentes, pleitos, delincuencia, borracheras, y un gran etcétera que llegará a nuestras manos en el periódico del lunes de Pascua. Es que la religión, sobre todo cuando es tan parte de la cultura como en nuestro caso, incide directamente en nuestra conducta. Quizá la religión del dolor y la desesperanza produzca este sentimiento de autoaniquilación en nuestra sociedad única manera de explicar que la gran fiesta de la Semana Santa culmine con tanto sufrimiento cuando debía tener un final de paz, alegría, sano esparcimiento y esperanza. El inicio de la cuaresma debe comenzar a prepararnos para el magno evento de la mayor fiesta religiosa en nuestro país: la resurrección de Cristo con quien deben renacer nuestras esperanzas de un futuro mejor para todos."

J. Humberto Cabezas


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