A mediados del siglo XIX, en los puertos de todo el mundo se corrían
rumores de que algunos marinos habían visto gigantescos animales que parecían
tener una fuerza y una velocidad increíbles. Esas historias causaron gran
conmoción en la opinión pública que ansiaba saber si era posible que en el mar
vivieran seres de tales características. Sin embargo, entre la comunidad
científica había serias dudas, porque se desconocía la existencia en el
planeta de seres mayores o más fuertes que las ballenas.
Bajo el patrocinio del gobierno estadounidense, se preparó el navío de guerra
"Abraham Lincoln" al mando de un experimentado capitán y se eligieron varios
especialistas para que asesoraran en las futuras operaciones de investigación,
persecución y caza. Entre ellos estaban el profesor Aronnax, un afamado
científico francés, su sirviente llamado Consejo y un hábil arponero
canadiense de nombre Ned Land.
Después de navegar durante varios meses sin encontrar indicios del "monstruo",
el capitán y los tripulantes, desalentados, se preparaban para regresar a
puerto. Fue entonces que fue avistado a corta distancia y empezó la cacería.
Le lanzaron arpones sin éxito y después cañonazos con igual resultado. El
"monstruo" no reaccionó ante el ataque, pero más tarde, durante la noche,
embistió al "Abraham Lincoln", lo que dejó inutilizado su sistema de navegación y
soltó el navío a la deriva. Durante la colisión, gran parte de la tripulación cayó
al mar pero el profesor, su sirviente y el arponero fueron salvados en forma
milagrosa por el monstruo, que no era tal, sino un submarino con la forma de
un pez de 150 metros de largo y disponía a bordo de la más alta tecnología
para la época. Ya a bordo, su comandante, el capitán Nemo, notificó a los
náufragos que tendrían que formar parte de la tripulación y nunca podrían
volver a sus hogares. La razón era que la existencia del Nautilus jamás debía
ser conocida. El capitán ocultaba un terrible resentimiento que lo había
obligado a romper todos los lazos con la humanidad y él y sus hombres habían
decidido vivir para siempre en el mar... y del mar. Muy lejos de sus
congéneres.
Así, contra su voluntad, los tres náufragos debieron recorrer todos los mares
del mundo durante meses, maravillándose de todo lo que pudieron ver mientras
duró el extraordinario viaje de veinte mil leguas bajo el mar. No sólo de los
adelantos técnicos que tenía a bordo el Nautilus, sino de lo que hacían el
capitán Nemo y sus hombres para sobrevivir en un medio tan hostil como es el
fondo del mar.
Cuando un día el Nautilus emergió cerca de una isla situada frente a las
costas noruegas, el profesor y sus dos amigos pusieron en práctica un plan que
ya tenían a punto para escapar. Y fueron ayudados por algo inesperado: la
tripulación se dio cuenta demasiado tarde de que el Nautilus era arrastrado
por un poderoso remolino conocido como Maelstrom, de la que ninguna nave había
escapado jamás. Y por supuesto tampoco el Nautilus, aunque los prisioneros sí
lograron llegar a salvo a la isla. Así terminaron su extraordinario viaje los
tres náufragos, quienes jamás supieron si el Nautilus pudo sortear el
gigantesco remolino y si el capitán Nemo vive aún dentro de su hermosa nave en
forma de pez espada…
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