El Manifiesto comunista representa
indudablemente la esencia del pensamiento marxista: expresa
el deseo de igualdad y justicia dentro de las sociedades y el
ansia de ver al ser humano realmente humano, dedicado
al desarrollo de su potencial intelectual y artístico, y no
solo a la consecución de alimentos y refugio, como si fuera un
simple animal 'impensante'.
La propuesta de esta corriente, cuyos antecedentes se remontan
hasta el cristianismo inicial y aun a La República de
Platón, fue en su tiempo un verdadero signo de esperanza, pues
ciertamente el proletariado, una vez convencido de que los
consuelos infundados de las grandes religiones eran recursos
paralizantes y controladores al servicio de los poderosos, no
tenía qué perder sino sus cadenas... Peor no podía estar.
Karl Marx, ayudado por su amigo Engels, dividió al mundo en
dos y llenó de terror las conciencias de los poderosos que
pensaban que podrían continuar explotando indefinidamente a un
pueblo burdo e idiotizado con promesas celestiales; les hizo
ver que la evolución del pensamiento también se manifiesta en
la conducta de los oprimidos cuando se llega al límite de su
resistencia y hay alguien que los impulse, que les haga ver
que por su número son más poderosos que los más poderosos.
Esta concientización provocó grandes mejoras en las condiciones de
trabajo de algunos países y, de esa forma, revoluciones que
podrían haber ocurrido se evitaron.
Lo que Marx no alcanzó a percibir, desgraciadamente, es que no bastaba
con el derrocamiento de los viejos tiranos para alcanzar el
ideal de igualdad social: la tiranía es un
producto del poder. Entre más absoluto sea, mayor será el
abuso, incluso cuando sean miembros del mismo proletariado quienes
lo ostenten. Los tiranos no son una clase 'distinta' de ser
humano, son humanos y punto... corrompibles, ambiciosos,
omnívoros... como tú y como yo.
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