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Errores de plumas célebres
20/6/2003


Por ejemplo:

Miguel de Cervantes, en El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, cuenta cómo Sancho Panza vende su burro. Sin ningún tipo de explicación, poco después está montado en el mismo animal. En otro pasaje, el escudero pierde el abrigo que tenía comida en sus bolsillos, pero más tarde la comida todavía está en su poder. Incluso, en un momento, el yelmo de Don Quijote es despedazado, para aparecer luego sobre su cabeza en perfecto estado.

O Arthur Conan Doyle, en el relato Un estudio en escarlata. El doctor Watson -asistente del detective Sherlock Holmes- cuenta que en la guerra lo hirieron en un hombro. Sin embargo, en El signo de los cuatro, dice que esa herida se la hicieron en la pierna.

Por último podemos citar el caso de Daniel Defoe. En Robinson Crusoe, el protagonista nada desnudo hasta un barco hundido, donde encuentra unas galletas y decide metérselas en los bolsillos.

Si hasta los genios se equivocan, bien podemos hacerlo nosotros, ¿no es así? Si usted escribe, y se anima a publicar su obra, busque en dentro del sitio nuestras propuestas editoriales.


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