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El Premio Nobel 2002
25/11/2002
El Nobel, sin duda el más famoso y codiciado de todos los galardones de literatura, se otorgó -en su versión 2002- el pasado octubre. Quien resultó homenajeado esta vez fue Imre Kertész, periodista, traductor y escritor húngaro.

Esta entrega es ciertamente particular. Kertész es sobreviviente de un campo de concentración (el tristemente célebre Auschwitz-Birkenau). De esta experiencia surge su texto más importante: Novela de un hombre sin destino, un libro que le llevó diez años escribir.

También el creador de estos premios, el ingeniero sueco Alfred Nobel, vivió su vida entre la desgracia y la dicha y fueron justamente las adversidades las que impulsaron la búsqueda de nuevas metas. La pérdida de su hermano (cuando una explosión derrumbó un laboratorio cerca de Estocolmo, mientras él trataba de encontrar un sustituto para la nitroglicerina) se convirtió en un motor para descubrir la dinamita. Si esto lo hizo más feliz y lo llevó a sentirse más pleno, fue solo indirectamente. Se ha dicho que el hecho de que este elemento haya sido usado con fines destructivos le causó un gran malestar. Y, al parecer, la culpa que comenzó a sentir lo llevó a intentar reparar el daño con un nuevo invento que pudiera revertir ese empleo dañino: un sistema de reconocimiento a personas que "durante el año hayan prestado a la humanidad los más grandes servicios". Distintas instituciones y prestigiosas academias fueron las responsables de seleccionar a los merecedores.

Por esta coincidencia singular creemos que esta entrega se destaca de otras. Y mientras esperamos la glamorosa ceremonia de entrega, que se hará, como todos los años, el 10 de diciembre, y que contará con la presencia de los reyes de Noruega y Suecia, podemos disfrutar de estas líneas del discurso que dio Pablo Neruda cuando recibió el Premio Nobel de Literatura, en 1971:

"...el poeta debe aprender de los demás hombres. No hay soledad inexpugnable. Todos los caminos llevan al mismo punto: a la comunicación de lo que somos. Y es preciso atravesar la soledad y la aspereza, la incomunicación y el silencio para llegar al recinto mágico en que podemos danzar torpemente o cantar con melancolía; mas en esa danza o en esa canción están consumados los más antiguos ritos de la conciencia: de la conciencia de ser hombres y de creer en un destino común."



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