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Boletín Especial Fin de Año Libros en Red


Año 2001

En este número:

1) Carta editorial

2) Los recomendados del año

3) Un cuento de navidad

4) Charles Dickens

5) Un sitio con caminos para la buena lectura

6) Balance de fin de año

7) Suscribirse y Desuscribirse

1. Carta editorial de fin de año

Llegaron las fiestas de fin año. Usted esta frente a la computadora, leyendo el boletín especial de Libros En Red. En este mismo momento, también fijan sus ojos en el texto, muchos lectores y autores que han compartido durante varios  meses los distintos números de LER. El boletín número diez ha sido el último del año 2001. A esta entrega especial, boletín de diciembre, que correspondería el número 11, preferimos no asignarle un número, no asignarle un espacio ni un tiempo. Juguemos usted y nosotros a que esta entrega sea mágica, una escritura que pudo haber realizado el lector o el autor de la nota, notas que surgen desde cualquier lugar y desde ninguno. LER es una editorial con oficinas en Uruguay y en Argentina, pero es una editorial que puede estar en cualquier otro sitio.

Querido lector: ¿es usted de España? ¿de Guatemala? ¿de Cuba? ¿de Chile? ¿de México? No importa. Todo este tiempo en el que LibrosEnRed ha recibido cientos de consultas diarias desde diferentes lugares del mundo, se han editado libros de distintos países y hemos dialogado con autores de diversas nacionales, nos ha servido como aprendizaje y queremos compartir nuestras impresiones. Hay fronteras que son invisibles. Los escritores y los lectores conforman una comunidad especial que no alberga distinciones porque todos hablan el mismo idioma. La literatura es un idioma universal. Más allá de la lengua en la que se comunique un escritor la escritura es como el ajedrez, un juego que pertenece a todos los pueblos y a todas las épocas. Un juego que como la literatura, agudiza el espíritu, estimula el alma y mata el tedio.

Esto hemos hecho durante el curso del año 2001, ustedes y nosotros: jugar una partida mano a mano, una partida limpia en la que, como el ajedrez, nadie pierde si no es ganando: ganando en experiencia, en sabiduría y en diálogo. El rey y la reina, en definitiva, son uno: y nadie se come a nadie. Así es Libros En Red, un espacio de y para sobrevivientes: autores, editores y lectores. Personas que gustan encontrarse en un bello sitio para reinar todos juntos. Hasta el año próximo.


2. Los recomendados del año

En esta sección donde habitualmente recomendamos libros, preferimos esta vez, y por tratarse de una ocasión especial, recomendar, simplemente: la lectura. Entendemos que todos nuestros autores son recomendables. Por razones lógicas todos los meses hemos recomendado tres libros del catálogo LER. Esta es una buena oportunidad para decirles: recomendamos a todos nuestros autores. Lean en cualquier momento y lugar. Lean a cualquier edad. Lean cualquier género literario. Lean en cualquier posición física y con cualquier excusa. Lean en los medios de transporte y en las cocinas de sus hogares, en los baños y en las playas, en el living y en la vereda. Lean mujeres, lean hombres y lean niños. Lean libros caros y baratos. Lean buenas ediciones y malas ediciones, libros de tapa dura con letras grabadas en oro y fotocopias anilladas o cosidas a mano. Lean de noche y de día. Y si acaso todo esto no los incentiva a la lectura, lean nuevamente ese libro de Lewis Carroll en el que una niña de la mano de un libro, ingresó a un mundo mágico y extraño, un país maravilloso.


 3. Un cuento de Navidad

Quien no haya leído aún Canción de Navidad de Charles Dickens, se pierde no sólo de un gran cuento, sino de una de las enseñanzas más importantes que debería atesorar un hombre. La humanidad corre el riesgo de que el  espectro de Marley la sorprenda en cualquier esquina. Por eso queremos obsequiar un resumen de este oportuno cuento inglés, porque creemos que el viejo Scrooge, por ahí anda rondando queriéndonos decir algo. Algo acerca de lo que aprendió con la visita de los tres espíritus de la navidad. Ya no podemos callarlo:    

¡Sí! Y la columna de cama era suya: La cama era la suya, el cuarto era el suyo. y, lo mejor y más venturoso de todo, ¡el tiempo venidero era suyo, para poder enmendarse!

-Viviré en el pasado, en el presente y en el porvenir -repitió Scrooge, saltando de la cama-. Los Espíritus de los tres no se apartarán de mí. ¡Oh, Jacob Marley! ¡Benditos sean el cielo y la fiesta de Navidad: ¡Lo digo de rodillas, Jacob, de rodillas!

Se encontraba tan animado y tan encendido por buenas intenciones, que su voz desfallecida apenas respondía al llamamiento de su espíritu. Había sollozado con violencia en su lucha con el Espíritu y su cara estaba mojada de lágrimas.

-¡No se las han llevado -exclamó Scrooge, estrechando en sus brazos una de las cortinas de la alcoba-, no se las han llevado, ni tampoco las anillas! Están aquí. Yo estoy aquí. Las imágenes de las cosas que podían haber ocurrido pueden desvanecerse. Y se desvanecerán, lo sé.

Sus manos se ocupaban continuamente en palpar sus vestidos; los volvía del revés, ponía lo de arriba abajo y lo de abajo arriba, los desgarraba, los dejaba  caer, haciéndoles cómplices de toda clase de extravagancias.

-¡No sé lo que hago!-exclamó Scrooge riendo y llorando a la vez y haciendo de sí mismo con sus medías una copia perfecta de Laocoonte-. Estoy ligero como una pluma, dichoso como un ángel, alegre como un escolar, aturdido como un borracho. ¡Felices Pascuas a todos! ¡Felíz Año Nuevo a todo el mundo! ¡Hurra! ¡Viva!

Había ido a la sala dando brincos, y allí estaba entonces sin aliento.

-¡Aquí está la cacerola con el cocimiento! --gritó Scrooge entusiasmándose de nuevo y danzando alrededor de la chimenea-. ¡Esa es la puerta por donde entró el Espectro de Jacob Marley! ¡Ese es el rincón donde se sentó el Espectro de la Navidad Presente! Esa es la ventana por donde vi los Espíritus errantes! ¡'I'odo está en su sitio, todo es verdad, todo ha sucedido! ¡Ja, ja, ja!

Realmente, para un hombre que no la había practicado por espacio de muchos años, era una risa espléndida, la risa más magnífica. el padre de una larga, larga progenie de risas brillantes.

-No sé a cuánto estamos -dijo Scrooge--. No sé cuánto tiempo he estado entre los Espíritus. No sé nada. Soy como un niño. No me importa. Me es igual. Quisiera ser un niño. ¡Hurra! ¡Viva!

Le interrumpieron sus transportes de alegría las campanas de las iglesias, con los más sonoros repiques que oyó jamás. ¡Tín, tan! ¡Tin, tan! ¡Tin, tan! ¡Oh, magnífico, magnífico!

Corriendo a la ventana, la abrió y asomó la cabeza. Nada de bruma, nada de niebla; un frío claro, luminoso, jovial; un frío que al soplar hace bailar la sangre en las venas; un sol de oro, un cielo divino; un aire fresco y suave, campanas alegres. ¡Oh, magnifico, magnífico!

-¿Qué día es hoy? --gritó Scrooge, dirigiéndose a un muchacho endomingado, que quizá se había detenido para mirarle.

-¿Eh? -replicó el muchacho lleno de admiración.

-¿Qué día es hoy, hermoso? -dijo Scrooge. -¿Hoy! -repuso el muchacho-. ¡Toma, pues, el día de Navidad!

-¡El día de Navidad! -se dijo Scrooge-. ¡No ha pasado todavía! Los Espíritus lo han hecho todo en una noche. Pueden hacer todo lo que quieren. Pueden, no hay duda. Pueden, no hay duda. ¡Hola, hermoso!

-¡Hola! -contestó el muchacho. 

-¿Sabes dónde está la pollería, en la esquina de la segunda calle? -inquirió Scrooge.

-¡Claro que sí!

-¡Eres un muchacho listo! -dijo Scrooge--. ¡Un muchacho notable! sabes sí han vendido el hermoso pavo que tenían colgado ayer? No el pequeño, el grande.

-¿Cuál? ¿Uno que era tan gordo como yo? -replicó el muchacho.

-¡Qué chico tan delicioso? -dijo Scrooge-. Da gusto hablar contigo. ¿Sí, hermoso?

-Todavía está colgado -repuso el muchacho . -¿Sí? -dijo Scrooge-. Ve a comprarlo. -¡Qué bromista! -exclamó el muchacho. -No, no -dijo Scrooge-. Hablo en serio. Ve a comprarlo y di que lo traigan aquí, que yo les diré dónde tienen que llevarlo. Vuelve con el mozo y te daré un chelín. Si vienes con él antes de cinco minutos, te daré media corona.

El muchacho salió como una bala. Habría necesitado una mano muy firme en el gatillo el que pudiera lanzar una bala con la mitad de la velocidad.

-Voy a enviárselo a Bob Cratchit -murmuró Scrooge. frotándose las manos y soltando la risa. No sabrá quién se lo envía. Tiene dos veces el cuerpo de Tiny Tim. ¡Joe Miller no ha gastado nunca una broma como ésta de enviar el pavo a Bob!

A1 escribir las señas no estaba muy firme la mano; pero, de cualquier modo, las escribió Scrooge y bajó la escalera para abrir la puerta de la calle en cuanto llegase el mozo de la pollería. Hallándose allí aguardando su llegada, el llamador atrajo su mirada.

-¡Le amaré toda mi vida! -exclamó Scrooge, acariciándole con la mano-. Apenas le miré antes. ¡Qué honrada expresión tiene en la cara! ¡Es un llamador admirable!... Aquí está el pavo. !Viva! ¿Hola! ¡Cómo estáis? !Felices Pascuas!

¡Era un pavo! Seguramente no había podido aquel volátil sostenerse sobre las patas. Se las habría roto en un minuto como sí fueran barras de lacre.

-¡Qué! No es posible llevarlo a cuestas hasta  Camden-Town -dijo Scrooge-. Tenéis que tomar un coche.

La risa con que dijo aquello, y la risa con que pagó el pavo, y la risa con que pagó el coche, y la risa con que dio la propina al muchacho, únicamente fueron sobrepasadas por la risa con que se sentó de nuevo en su butaca, ya sin aliento, y siguió riendo hasta llorar.

No le fue fácil afeitarse, porque su mano seguía muy temblorosa, y el afeitarse requiere tranquilidad, aun cuando no bailéis mientras os entregáis a tal ocupación. Pero si se hubiera cortado la punta de la nariz se habría puesto un trozo de tafetán inglés en la herida y habríase quedado tan satisfecho.

Vistíóse con sus mejores ropas y se lanzó a las calles.

La multitud se precipitaba en aquel momento, como la vio yendo con el Espectro de la Navidad Presente, y al marchar con las manos en la espalda, Scrooge miraba a todo el mundo con una sonrisa de placer. Parecía tan irresistiblemente amable, en una palabra, que tres o cuatro muchachos de buen humor dijeron: "¡Buenos días, señor! ¡Felices Pascuas, señor!" Y Scrooge dijo más tarde muchas veces que, de todos los sonidos agradables que oyó en su vida, aquellos fueron los más dulces para sus oídos.

No había andado mucho, cuando vio que se dirigía hacia él el corpulento caballero que había ido a su despacho el día anterior, diciendo: "¿Scrooge y Marley, si no me equivoco?" Un dolor agudo le atravesó el corazón al pensar de qué modo le miraría el anciano caballero cuando se encontraran; pero vio el camino que se presentaba recto ante él, y lo tomó.

-Querido señor -dïjó Scrooge, apresurando el paso y tomando al anciano caballero las dos manos-. ¿Cómo estáis? Espero que ayer habrá sido un buen día para vos. Es una acción que os honra: ¡Felices Pascuas, señor!

 -¡El señor Scrooge?

-Sí -dijo éste-, tal es mi nombre, y temo que no os sea agradable. Permitid que os pida perdón. ¿Y tendríais la bondad?... (Aquí  Scrooge le cuchicheó al oído. )

-¡Bendito sea Dios! -gritó el caballero, como si le faltara el aliento-. Querido señor Scrooge, ¿habláis en serío?

-Sí no lo tomáis a mal ---dijo Scrooge-. Nada menos que eso. En ello están incluidas muchas deudas atrasadas, os lo aseguro. ¿Me haréís ese favor?

--Querido señor -dijo el otro, estrechándole las manos-. No sé cómo alabar tal muni...

-Os ruego que no digáis nada -interrumpió Scrooge-. Id a verme. ¿Iréis a verme?

-¡Iré! -exclamó el anciano caballero. Y se veía claramente que pensaba hacerlo.

-Gracias --dijo Scrooge-. Os lo agradezco mucho. Os doy mil gracias. ¡Adiós!

Estuvo en la iglesia, recorrió las calles y contempló a la gente que iba presurosa de un lado a otro, dio a los niños palmaditas en la cabeza, interrogó a los mendigos,  miró curiosamente las cocinas de las casas y luego miró hacia las ventanas. y notó que todo le producía placer. Nunca imaginó que un paseo -una cosa insignificante- pudiera hacerle tan feliz. Por la tarde dirigió sus pasos a casa de su sobrino.

Pasó ante la puerta una docena de veces antes de atreverse a subir y llamar a la puerta. Por fin lanzóse y llamó:

-¿Está en casa vuestro amo, querida? -preguntó Scrooge a la muchacha. ¿Guapa chica, en verdad? -5í, señor.

-¿Dónde está, preciosa? ---dijo Scrooge.

-En el comedor, señor; está con la señora. Haced el favor de subir conmigo.

--Gracias. El señor me conoce -repuso Scrooge, con la mano puesta ya en el picaporte del comedor-. Voy a entrar, hija mía.

Abrió suavemente y metió la cabeza ladeada por la puerta entreabierta. El matrimonio hallábase examinando la mesa (puesta como para una comida de ga1a), pues los jóvenes amos de casa. siempre se cuidan de tales pormenores y les agrada ver que todo está como es debido.

-¿Fred? -dijo Scrooge.

¿Cielos? ¿Cómo se estremeció su sobrina política.  Scrooge olvidó por el momento que la había visto sentada en un rincón, con los pies en el taburete: si no, no se habría atrevido a entrar de ningún modo.

-¡Dios me valga! -gritó Fred~. ¿Quién es? -Soy yo. Tu tío Scrooge. He venido a comer. ¿Me permites entrar, Fred?

-¡Permitirle entrar!

Por poco no le arranca un brazo para introducirle en el comedor. A los cinco minutos se hallaba como en su casa. No era posible más cordialidad. La sobrina imitó a su marido. Y lo mismo hizo Topper cuando llegó. Y lo mismo la hermana regordeta cuando Ilegó. Y lo mismo todos los demás cuando llegaron. ¡Admirable reunión, admirables entretenimientos, admirable unanimidad, ad-mi-ra-ble dicha!

Pero Scrooge acudió temprano a su despacho a la mañana siguiente. ¡Oh, muy temprano! ¡Si él pudiera llegar el primero y sorprender a Cratchít cuando llegara tarde! ¡Aquello era lo único que le preocupaba!

¡Y lo consiguió, vaya sí lo consiguió! El reloj dio las nueve. Bob no llegaba. Las nueve y cuarto. Bob no llegaba. Bob se retrasaba ya dieciocho minutos y medio. Scrooge se sentó, dejando su puerta de par en par, a fin de verle cuando entrase en su mazmorra. Habíase quitado Bob el sombrero antes de abrir la puerta y también la bufanda. En un instante se instaló en su taburete y se puso a escribir rápidamente, como si quisiera lograr que fuesen las nueve de la mañana..

-¿Hola! -gruñó Scrooge, imitando cuanto pudo su voz de antaño-. ¿Qué significa que vengáis a esta hora?

-Lo siento mucho, señor ---dijo Bob-. Ya sé que vengo tarde.

--¡Tarde! -repitió Scrooge-. Sí. Creo que venís tarde. Acercaos un poco, haced el favor.

-Es solamente una vez al año, señor --dijo Bob tímidamente, saliendo de la mazmorra-. Esto no se repetirá. Ayer estuve un poco de broma, señor.

-Pues tengo que deciros, amigo mío --dijo Scrooge-, que no estoy dispuesto a que esto continúe de tal modo. Por consiguiente -añadió, saltando de su taburete y dando a Bob tal empellón en la cintura que le hizo retroceder dando traspiés a su cuchitril-. ¡por consiguiente. voy a aumentaros el sueldo!

Bob tembló y dirigióse adonde estaba la regla, sobre su mesa. Tuvo una momentánea intención de golpear a Scrooge con ella, sujetarle los brazos, pedir auxilio a los que pasaban por la calleja,. para ponerle una camisa de fuerza.

-¡Felices Pascuas, Bob! -dijo Scrooge, con una vehemencia que no admitía duda y abrazándole al mismo tiempo-. Tantas más felices Pascuas os deseo, Bob, querido muchacho, cuanto que he dejado de felicitaros tantos años. Voy a aumentaros el sueldo y a esforzarme por ayudaros a sostener a vuestra familia: y esta misma tarde discutiremos nuestros asuntos ante un tazón de ponche humeante, Bob. ¡Encended las dos lumbres: id a comprar otro cubo para el carbón antes de poner un punto sobre una i, Bob Cratchit!

Scrooge hizo más de lo que había dicho. Hizo todo e infinitamente más: y respecto de Tíny Tim, que no murió, fue para él un segundo padre. Se hizo tan buen amigo. tan buen maestro y tan buen hombre, como el mejor ciudadano de una ciudad, de una población o de una aldea del bueno y viejo mundo. Algunos se rieron al verle cambiado; pero él les dejó reír y no se preocupó, pues era lo bastante juicioso para saber que nunca sucedió nada bueno en este planeta que no empezara por hacer reír a algunos: y comprendiendo que aquéllos estaban ciegos, pensó que tanto vale que arruguen los ojos a fuerza de reír, como que la enfermedad se manifiesta en forma menos atractiva. Su propio corazón reía, y con eso tenía bastante.

No volvió a tener trato con los aparecidos, pero en adelante tuvo mucho más con los amigos y con la familia, y siempre se dijo que, si algún hombre poseía la sabiduría de celebrar respetuosamente la fiesta de Navidad, ese hombre era Scrooge.

¡Ojalá se diga con verdad lo mismo de nosotros, de todos nosotros! Y también, como hacía notar Tiny Tim, ¡Dios nos bendiga a todos!


 


4. Charles Dickens

Dickens es un destacado novelista inglés que supo manejar magistralmente  el género narrativo, el humor, el sentimiento trágico de la vida y la ironía. En sus escritos puede denotarse una aguda crítica social y es notoria su habilidad para la descripción de personajes  y lugares, tanto reales como imaginarios.

Nació el 7 de febrero de 1812 en Portsmouth. Pasó su infancia en Londres y en Kent, lugares descriptos frecuentemente en sus obras. Por infortunios familiares, tuvo que abandonar la escuela y se vio obligado a trabajar desde muy chico, al ser encarcelado su padre por deudas. La mayor parte de su formación la hizo como autodidacta. Su gran novela "David Copperfield" (1850) es autobiográfica y devela  sus sentimientos al respecto. A partir de 1827 comenzó a prepararse para trabajar como reportero, en una publicación de un tío, The Mirror of Parliament, y para el periódico liberal The Morning Chronicle. En 1933 publicó The Monthly Magazine, una serie de artículos descriptivos de la vida cotidiana, bajo el seudónimo de Boz. En 1936 publicó, siguiendo este estilo, "Los apuntes de Boz". A esta obra le siguió "Papeles póstumos del club Pickwick" (1836-1837), una obra en un estilo similar al de los cómics, que señaló una línea editorial. Editó los semanarios Household News (1850-1859) y All the Year Round (1859-1870), escribió dos libros de viajes, Notas americanas (1842) e Imágenes de Italia (1846); Casa desolada (1852-1853), La pequeña Dorritt (1855-1857), Grandes esperanzas (1860-1861),  Nuestro amigo común (1864-1865), Oliver Twist (1837-1839), La tienda de antigüedades (1840-1841), Barnaby Rudge (1841), Martin Chuzzlewit (1843-1844), Dombey e hijo (1846-1848), Tiempos difíciles (1854), Historia de dos ciudades (1859) y El misterio de Edwin Drood, que quedó inconclusa. Murió el 9 de junio de 1870 y sus restos fueron sepultados en la abadía de Westminster.

5. Un sitio con caminos para la buena lectura

Estamos aquí y estaremos para brindarle todo lo que necesite, somos una editorial digital, y puede encontrarnos en un sitio especial. Para disfrutar y descubrir todo lo queremos ofrecerle sólo tiene que seguir los caminos correctos. Le recordamos algunos de ellos para encontrarnos:

Para cocinar en las Fiestas: http://www.librosenred.com/donapetrona.asp

Para regalar un libro (gratis): http://www.librosenred.com/quieroregalar.asp.

Para comenzar el año del mejor modo posible: publicando su Obra http://www.librosenred.com/comoedito.asp

Para conocer nuestras Colecciones: http://www.librosenred.com/colecciones.asp.

Para leer y ver hermosos libros de cuentos: http://www.librosenred.com/cuentos.asp.

Para conocer a nuestros autores http://www.librosenred.com/autores.asp.

Para conocer todos nuestros títulos editados http://www.librosenred.com/titulos.asp

 

6 Balance anual

Fin de Año, fin del año 2001. Es un buen momento para hacer un balance de su vida: sus proyectos  no realizados, sus deseos incumplidos, sus aciertos, sus errores, sus alegrías y sus desdichas. Desde LibrosEnRed deseamos con toda nuestra fuerza  que los sueños y metas que se proponga para el nuevo año se realicen. Editando su libro o regalándole buena lectura, hemos querido aportar nuestro granito de arena. Esperamos haber cumplido su sueño de edición  y auguramos seguir acompañando a nuestros autores y lectores. ¡Hasta el año que viene!

 

La situación que vive Argentina merece un capítulo aparte en nuestro boletín. Porque es un capítulo en la historia de los argentinos el que se está escribiendo. Lo que sucedió el miércoles 19 y el jueves 20 de diciembre es como cerrar un viejo libro y comenzar uno nuevo. Ojalá que los autores y los lectores de la nueva publicación podamos reencontrar el camino de la paz, el bienestar y la democracia.

 


7. Suscripciones

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