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"Un hombre que no ha leído a
Homero es como un hombre que no ha visto el mar.
Hay algo grande de lo que no tiene idea."
Walter Bagehot (1826-1877),
periodista inglés
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En
este número:
1. Editorial:
¡Llegaron los audiolibros (¡y los
regalos de fin de año!)!
2. Recomendados del mes y un clásico
de
Federico García Lorca
3. Consignas para el foro de opinión:
Navidad ¿noche de paz, noche de amor?
4. "Observaciones sobre la novela
contemporánea en España"
por
Benito Pérez Galdós
5. Entrevista
a
José Daniel
Cuadros Jiménez
6. Efemérides bajo la lupa:
Philip K. Dick
7. Direcciones
8. Suscripciones
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Pocas situaciones hay tan placenteras, entretenidas e
hipnóticas como que nos cuenten un cuento. Y no
nos referimos al autor de un libro, que en su escritorio
misterioso escribe o tipea una historia para que sea
leída en un futuro por alguien a su vez misterioso para
él; ni a lo que el director de una película nos muestra
cuando la pantalla dispara imágenes que siguen un guión.
No. Nos referimos a que literalmente nos cuenten
una historia, a que nos hagan llegar a nuestros oídos,
unas tras otras, las palabras que secuencialmente irán
produciendo, dentro de nosotros, el encantamiento de ser
los escuchas privilegiados de una transmisión directa y
personalizada de textos de ficción y no ficción.
¿Será un resabio de nuestra infancia, de esa época en
que nuestros familiares nos dormían con historias para
niños? ¿Será que cargamos con este anhelo de oralidad
porque por milenios y milenios nuestra cultural fue
exclusivamente hablada? No sabemos el origen de
nuestra inclinación a lo verbal, pero es evidente que su
hechizo no pierde efecto. Y así, a través del tiempo, la
tecnología se las ha ingeniado para generar
soportes que permitieran grabar lecturas e
interpretaciones de textos para su posterior
reproducción. Antes eran la cinta de casete o el disco
compacto, y hoy están en formato mp3: son los
audiolibros.
LibrosEnRed no pudo
resistirse a esta nueva variante para transmitir
cuentos, historias y saberes. Y es por eso que hoy, ya
cerrando el año, lanzamos el nuevo formato de
audiolibros en nuestro sitio. En este boletín, les
presentamos los siguientes textos para escuchar:
De autores contemporáneos:
De autores clásicos:
Algunos de estos audiolibros tienen precio, pero
la mayoría -como corresponde a esta época del año- va de
regalo. Todos a su disposición para contarle historias y
ficciones directamente a usted, al oído, en los enlaces
respectivos.
El Acertijo de este mes:
G. Inés Colli Mc Garry, de Córdoba, República
Argentina, resultó ganadora
del
Acertijo pasado.
¡Felicitaciones!
Aquí vamos con el enigma de esta vez:
Hay ciudades que ya han pasado a la inmortalidad
literaria. Quedaron fijadas, para los lectores, tal como
las retrató en su momento aquel escritor que logró
capturar su aura particular.
¿Qué ciudad recorrería, si quisiera seguir los pasos del
moderno Ulises de Joyce? ¿Cuál, si decidiera
jugar a los detectives, como el entrañable
Sherlock Holmes? Y
¿adónde iría para reconocer el escenario de muchas obras
de
Kafka?
¿Por dónde caminan una y otra vez, en Rayuela, de
Cortázar, la Maga y el protagonista?
La primera semana de enero le
daremos una nueva pista,
en esta página.
Participe por dos libros digitales.
Recuerde que si se anima a ensayar una respuesta debe
escribirnos a
nuestro formulario de mensajes.
Felices fiestas para todos y excelente comienzo de año
2007,
Editorial
LibrosEnRed
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Ver un fragmento del libro
Sueños imposibles
Iyael Cendán
Literatura Romántica
La mayor victoria del comunismo en Cuba ha sido la de
anular el deseo y matar las pasiones. Con mentiras
se puede construir toda una nación, un pueblo, una
ideología y escribir uno miles de libros.
Varios autores han tratado el tema de Cuba en sus obras
y con éxito de ventas. Así Amir Valle, Pedro Juan
Gutiérrez, Zoe Valdés. No obstante, existe un punto
común entre los libros que hasta ahora se han escrito:
mayormente, se ha tratado el aspecto material de Cuba,
la escasez económica y, sobre todo, los conflictos
políticos.
Algo diferente a esto es lo que propone
Sueños imposibles, una
novela con gran material biográfico que narra los
conflictos, desengaños y sueños de un joven escritor que
avanza por la vida tratando de no perder la fe, inserto
en una sociedad que se degrada y a diario pierde los
valores humanos esenciales.
Sueños imposibles nos revela con fuerza
las crudezas emocionales vividas en La Habana de hoy,
mientras desarrolla reflexiones alígeras y sagaces sobre
el amor, el patriotismo y la esperanza. Una verdadera
epopeya de sentimientos.
Iyael Cendán (La
Habana, 1982) es pintor, escritor y periodista
autodidacta. Graduado de los talleres de narrativa
"Salvador Redonet" y "Carlos Montenegro", del
laboratorio de Escritura Creativa Enrique Labrador Ruiz
y del taller literario "Juana Borrero", la mayoría de su
obra permanece inédita.
Ha trabajado como Jefe de Automatización en el Archivo
Nacional de Cuba. También se desempeñó como editor,
guionista de teatro, profesor de literatura, redactor y
coordinador editorial de la revista digital Cubanow.net.
Cuentos suyos han sido publicados en revistas de México
y Brasil. Tiene en su haber dos novelas escritas.
Sueños imposibles es su primera novela publicada.
Ver un fragmento de
esta novela.
La revolución triunfante: memorias
del General de División Guillermo Rubio
Navarrete
General de División Guillermo
Rubio Navarrete
Historia
Una manera alternativa e interesante de ver el
triunfo de la Revolución Mexicana. A través de los
capítulos de las memorias del General de División
Guillermo Rubio Navarrete -participante activo en el
ejército federal-, el lector conocerá los motivos que
llevaron al asesinato de Madero, será espectador de
acciones militares desde el campo de batalla, se
involucrará en la política interior y exterior de la
República Mexicana de la época y será testigo de la
influencia decisiva que países movidos por intereses
económicos tuvieron en el triunfo de la revolución.
En esta obra histórica, que tan solo representa el punto
de vista del autor, usted presenciará cómo muchas de
las prácticas políticas continúan siendo vigentes,
al grado que resulta imposible dejar de compararlas con
las que se desarrollan en el mundo actual.
La encargada de recopilar estas memorias es familiar del
General: "Nací en La Habana Cuba, mis padres fueron
Agustín Rubio Navarrete (Ingeniero Civil y Coronel del
Estado Mayor Presidencial) y Ana María Anza y Anza.
Estudié en la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas y
actualmente me dedico a mi familia y en mis tiempos
libres a leer, escuchar música y viajar. Soy sobrina
del general Guillermo Rubio Navarrete, quien antes
de morir me pidió que hiciera públicas sus memorias, por
lo cual desde hace años me he dedicado a su compilación
y edición."
El clásico de regalo
"Yerma no tiene argumento: es el
desarrollo de un carácter", declaró
García Lorca al
presentar su obra. Se trata de la evolución de la
protagonista, Yerma, quien descubre a lo largo del drama
aquello que tanto teme: no puede tener hijos.
Lorca combina en esta pieza, de forma magistral, la
religiosidad pagana del pueblo andaluz, la tradición
lírica del teatro clásico español (mediante las
canciones), la antigua tragedia griega (a través del
coro de lavanderas) y la tradición bíblica (presente en
el trabajo de Juan, los manzanos, las manchas de fuego).
Agrega, además, una serie de símbolos de la naturaleza
que aportan una fuerte carga erótica, como principio
generador de la vida.
Colección:
Teatro
¿Usted
también escribe? Poesía, ensayo, relatos, novelas...
Sea parte de nuestro catálogo.
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propuestas de edición.
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Hay quienes sienten que, en las fiestas (y parafraseando a
Borges), no nos une el amor sino el espanto. Es que la
obligación social de festejar Navidad y Año
Nuevo con la familia propia o la política, la
imposición de comprar regalos para todos o de enviar
felicidades a nuestros contactos, sumadas al cansancio
acumulado a lo largo de los meses pasados, pueden
llevarnos al borde del colapso. Dicen, incluso, los
psicólogos que las consultas suelen aumentar para esta
época porque las fiestas ponen de relieve ausencias,
reactualizan conflictos y manifiestan desencuentros.
Pero no para todos es así.
También están los que disfrutan de la reunión navideña, o
de Noche Vieja, con los seres queridos y para quienes los
últimos días del año no son sinónimo de un balance algo
decepcionante, sino de la fresca renovación que los
embarga ante la perspectiva de comenzar un año nuevo, todo
para estrenar.
Usted, ¿cómo vive las
fiestas? ¿Tiene que esforzarse para encontrar entusiasmo
en los festejos o naturalmente participa de todo con
alegría? ¿Cuál sería su festejo ideal?
Mientras esperamos su
opinión en el enlace de más abajo, lo invitamos a leer el cuento de un forista
en torno al tópico que nos tocó esta vez: el cuento es
Tuser. Cuento de Navidad.
Lo invitamos a participar en este
tema
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4.
Observaciones sobre la novela contemporánea en España.
Primera parte, por Benito Pérez Galdós* |
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Con motivo de los Proverbios, de don Ventura Ruiz
Aguilera. Año: 1870.
CAUSAS QUE HAN IMPEDIDO EL DESARROLLO DE LA NOVELA ESPAÑOLA
El gran defecto de la mayor parte de nuestros novelistas es el
haber utilizado elementos extraños, convencionales, impuestos
por la moda, prescindiendo por completo de los que la sociedad
nacional y coetánea les ofrece con extraordinaria abundancia.
Por eso no tenemos novela; la mayor parte de las obras que con
pretensiones de tales alimentan la curiosidad insaciable de un
público frívolo en demasía, tienen una vida efímera,
determinada sólo por la primera lectura de unos cuantos
millares de personas, que únicamente buscan en el libro una
distracción fugaz o un pasajero deleite. Es imposible que en
país alguno ni en ninguna época se haga un ensayo más triste y
de peor éxito, que el que los españoles hacen de algunos años
a esta parte para tener novelas. En vano algunos editores
diligentes han acometido la empresa con ardor, empleando en
ella todos los recursos de la industria librera; en vano las
revistas y las publicaciones periódicas más acreditadas han
tratado de estimular a la juventud prefiriendo algunas obras
muy débiles de escritores nuestros, a las extranjeras,
relativamente muy buenas; en vano la Academia ofrece un premio
pecuniario y honorífico a una buena novela de costumbres. Todo
es inútil. Los editores han inundado el país de un fárrago de
obrillas, notables sólo por los colorines de sus lujosas
cubiertas; la prensa tiene que recurrir de nuevo a su sistema
de traducciones, y raras veces llega al recinto de la Academia
un manuscrito de mediano precio, pudiendo asegurarse que no
pecan de severos los inmortales de la calle de Valverde al
escatimar el premio mayor con una prudencia casi sistemática.
Este fenómeno es singular, atendiendo a lo que la poesía
lírica ha producido en este siglo y al brillante período del
teatro contemporáneo. Pero tal vez se encuentre una
explicación satisfactoria fijándose en la especialísima índole
de la novela de costumbres, y relacionándola con nuestro
carácter y nuestra educación literaria.
Las personas dadas a la investigación explican esto diciendo:
los españoles somos poco observadores, y carecemos, por tanto,
de la principal virtud para la creación de la novela moderna.
La fantasía andaluza y castellana, que ha creado la más rica
poesía popular que existe en la civilización cristiana, la
literatura mística, y el gran teatro del siglo XVII, es
completamente incapaz para el caso. Hemos hecho algo en la
novela romántica, que ya está mandada recoger, y en la
legendaria y maravillosa, cuyo prestigio desciende ya
notablemente; pero la novela de verdad y de caracteres, espejo
fiel de la sociedad en que vivimos, nos está vedada. El
lirismo nos corroe, digámoslo así, como un mal crónico e
interno, que ya casi forma parte de nuestro organismo. Somos
en todo unos soñadores que no sabemos descender de las
regiones del más sublime extravío, y, en literatura como en
política, nos vamos por esas nubes montados en nuestros
hipogrifos, como si no estuviéramos en el siglo XIX y en un
rincón de esta vieja Europa, que ya se va aficionando mucho a
la realidad.
Cierto es esto; somos unos idealistas desaforados, y más nos
agrada imaginar que observar. Bien se está viendo que no hay
gente menos práctica en toda especie de asuntos que esta buena
gente española, que tanto ha dado que hacer al mundo en
tiempos lejanos, y en las letras no es en donde menos se reneja esta disposición especial de nuestros espíritus. Sin
embargo, puede asegurarse que en este punto la citada
disposición es más bien accidental, hija sin duda de
condiciones del tiempo, que innata y característica.
Examinando la facultad de observación en nuestros escritores,
veremos que Cervantes, la más grande personalidad producida
por esta tierra, la poseía en tan alto grado, que de seguro no
se hallará en antiguos ni en modernos quien le aventaje, ni
aun le iguale. Y en otra manifestación del arte, ¿qué fue Velázquez sino el más grande de los observadores, el pintor
que mejor ha visto y ha expresado mejor la Naturaleza? La
aptitud existe en nuestra raza; pero, sin duda, esta
degeneración lamentable en que vivimos, nos la eclipsa y
sofoca. Hay que buscar la causa del abatimiento de las letras
y de la pobreza de nuestra novela en las condiciones externas
con que nos vemos afectados, en el modo de ser de esta
sociedad, tal vez en el decaimiento del espíritu nacional o en
las continuas crisis que atravesamos, y que no nos han dado
punto de reposo. La novela es producto legítimo de la paz; al
contrario de la literatura heroica y patriotera, no se cría
sino en los períodos de serenidad, y en nuestros tiempos rara
es la pluma que no se ejercita en las contiendas políticas. No
se espere hoy de los grandes ingenios otra cosa que diatribas
muy bellas. Hay además el gran inconveniente de las
circunstancias tristísimas de la literatura considerada como
profesión. Domina en nuestros pobres literatos un pesimismo
horrible. Hablarles de escribir obras serias y concienzudas,
de puro interés literario, es hablarles del otro mundo; todos
ellos andan a salto de mata, de periódico en periódico, en
busca del necesario sustento, que encuentran rara vez; y la
mayor recompensa y el mejor término de sus fatigas es penetrar
en una oficina, panteón de toda gloria española. Todos reposan
su cabeza cargada de laureles sobre un expediente, y el
infeliz que no acepta esta solución y se empeña en ser
literato a secas, viviendo de su pluma, bien podría ser
canonizado como uno de los más dignos mártires que han probado
las amarguras de la vida en este valle de lágrimas.
Entre tanto, por más que digan, aquí se lee mucho, y se lee de
todo: política, literatura, poesía, artes, ciencias y, sobre
todo, novela. Pero esta gente que lee, estos españoles que
gustan de comprar una novela y la devoran de cabo a rabo,
estimando de todo corazón al ingenio que tal cosa produjo, se
abastece en un mercado especial. El pedido de este lector
especialísimo es lo que determina la índole de la novela. El
la pide a su gusto, la ensaya, da el patrón y la medida, y es
preciso servirle. Aquí tenemos explicado el fenómeno, es
decir, la sustitución de la novela nacional de pura
observación, por esa obra convencional y sin carácter, género
que cultiva cualquiera, peste nacida en Francia, y que se ha
difundido con la penosa rapidez de todos los males
contagiosos. El público ha dicho: "Quiero traidores pálidos y
de mirada siniestra, modistas angelicales, meretrices con
aureola, duquesas averiadas, jorobados románticos, adulterios,
extremos de amor y odio", y le han dado todo esto. Se lo han
dado sin esfuerzo, porque estas máquinas se forjan con
asombrosa facilidad por cualquiera que haya leído una novela
de Dumas y otra de Soulié. El escritor no se molesta en hacer
otra cosa mejor, porque sabe que no se la han de pagar; y ésta
es la causa única de que no tengamos novela. El género
literario en que se ocupan con algún resultado nuestros
desdichados literatos, y el que sostiene algunas pequeñas
industrias editoriales, es el de la novela de impresiones y
movimiento, cuya lectura ejerce una influencia tan marcada en
la juventud del día, reflejándose en nuestra educación y
dejando en nosotros una huella que tal vez dura toda la vida.
La verdad es que existe un mundo de novela. En todas las
imaginaciones hay el recuerdo, la visión de una sociedad que
hemos conocido en nuestras lecturas; y tan familiarizados
estamos con ese mundo imaginario que se nos presenta casi
siempre con todo el color y la fijeza de la realidad, por más
que las innumerables figuras que lo constituyen no hayan
existido jamás en la vida, ni los sucesos tengan semejanza
ninguna con los que ocurren normalmente entre nosotros. Así es
que, cuando vemos un acontecimiento extraordinariamente
anómalo y singular, decimos que parece cosa de novela; y
cuando tropezamos con algún individuo extremadamente raro, le
llamamos héroe de novela, y nos reímos de él porque se nos
presenta con toda la extrañeza e inusitada forma con que le
hemos visto en aquellos extravagantes libros. En cambio,
cuando leemos las admirables obras de arte que produjo
Cervantes y hoy hace Carlos Dickens, decimos: "¡Qué verdadero
es esto! Parece cosa de la vida. Tal o cual personaje parece
que lo hemos conocido." Los apasionados de Velázquez se han
familiarizado de tal modo con los seres creados por aquel
grande artista, que creen haberlos conocido y tratado, y se
les antoja que van Esopo, Menipo y el Bobo de Coria andando
por esas calles, mano a mano con todo el mundo."
CONTINUARÁ, en próximas
ediciones, el alegato galdosiano en favor de la novela
realista
*Benito
Pérez Galdós nació en Las Palmas de Gran
Canaria, en 1843. Desde niño fue aficionado a la música, al
dibujo y a la literatura.
Sus primeras obras revelan una marcada influencia romántica.
Pero su creación posterior responde claramente al realismo.
Sostenía que la literatura debía describir la vida y los
procesos sociales de su tiempo histórico. La fuente de
inspiración para "los temas" de la novela debía encontrarse,
recomendaba, en la clase media urbana y sus problemáticas: el
progreso social, los dilemas morales, la modificación de las
costumbres.
El corazón de su obra se divide en los Episodios
nacionales (historización novelada del siglo XIX
español) y la serie Novelas contemporáneas (en la que se
incluyen las más célebres: Marianela,
Misericordia, Fortunata y
Jacinta,
Nazarín). Escribió además
artículos,
narrativa breve y obras
dramáticas. Muchos críticos lo presentan como el mayor
novelista español después de Cervantes.
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1. Usted ha desarrollado una exitosa carrera académica a
partir de su título como historiador especialista en Asia
oriental. ¿Cómo fue que pasó a la ficción?
En realidad, aunque acabo de comenzar mi carrera como
novelista, empecé a escribir mucho antes de convertirme en
historiador. Con esta novela pretendía unir mis dos grandes
pasiones. No es una novela histórica ya que no narra hechos
del pasado, pero tiene cierto valor histórico porque pretende
reflejar hasta cierto punto el contexto social de una época
sin tener que estar constreñida por los personajes o
acontecimientos políticos de ese momento.
2. ¿Qué libros de la tradición oriental le gustan a usted?
¿Qué autores tiene como referente?
Mi obra favorita es sin duda Heike Monogatari. En mi opinión,
es la mayor épica samurái que jamás se haya escrito. Taiko, de
Eiji Yoshikawa, también es una gran obra, aunque no tiene el
encanto de haber sido escrita en tiempos medievales. De las
obras japonesas la lista es larga: Musashi, Hagakure,
Genji
Monogatari, etc. De otros países asiáticos me quedaría con el
Mahabharata (India), Sueño en el Pabellón Rojo y el
Romance de
los Tres Reinos (de China), y El Año del Dragón Negro (Corea).
Dado que la autoría de las obras clásicas es en algunos casos
objeto de debate, prefiero no hablar de autores, sino de las
obras que me animaron a escribir esta historia.
3. ¿Qué personajes históricos lo seducen, de la tradición
oriental o no? ¿Cuáles le parece que han dejado más vigente su
pensamiento o su mensaje de lo que se esperaba en su momento?
Al igual que en lo que se refiere a obras literarias, la lista
es considerable. Los últimos mil años en Asia y en el mundo no
podrían explicarse sin la figura del gran conquistador mongol
Genghis Khan. Sin embargo, no cabe duda de que Siddhārtha
Gautama, Lao Zi, Confucio, Mencio y Zhu Xi fueron los
pensadores más importantes de Asia.
Particularmente tengo cierta debilidad por los héroes: los
rivales Kato Kiyomasa y Konishi Yukinaga en Japón, Yi Sun-sin
en Corea o Subotai en Mongolia.
Si tuviera que escoger a algún personaje histórico, elegiría a
Confucio. Aunque su filosofía hoy pueda parecer conservadora y
e incluso reaccionaria, en su momento fue tan revolucionaria
como el marxismo. Para Confucio el linaje no era lo
importante, sino el esfuerzo y la superación personal. Sólo
los más cualificados debían gobernar. Fueron sus ideas las que
llevaron al establecimiento de exámenes en China para escoger
a los funcionarios más capacitados. Este sistema pasaría al
mundo occidental en el siglo XVIII, donde esos puestos todavía
estaban determinados en gran parte por el linaje. Uno de los
personajes centrales de mi obra, Zasuro, pretende cambiar el
mundo que le rodea inspirándose en esta filosofía, ya que
Japón había adoptado ciertas ideas confucianas, pero
continuaba siendo una sociedad jerarquizada y de carácter
hereditario.
4. ¿En qué es distinta la serie
El Círculo de Jade Negro
de otras novelas de samuráis?
Casi todas las novelas modernas sobre el Japón feudal que he
leído ofrecen una visión demasiado romántica de los samuráis y
normalmente están plagadas de tópicos. Esto es especialmente
cierto entre los autores occidentales, que acentúan algunos
aspectos característicos de la cultura japonesa de una manera
desproporcionada. No considero que sea algo negativo, ya que
son escritos de ficción, pero difiere bastante del enfoque de
mi obra.
En El Círculo de Jade Negro intento ofrecer una visión
más realista y cruda de la época. No todos los samuráis son
honorables, ni todos los monjes enigmáticos. De hecho el
protagonista no es un samurái, sino un ronin cuyo modo de vida
es el bandidaje y la guerra. Podría decirse que El Círculo de
Jade Negro estaría más cerca de Taiko que de Shogun,
aunque sea muy diferente de ambas.
5. Si pudiera
elegir, ¿preferiría que Ronin fuera llevada al cine, a
audiolibro o que se convirtiera en cómic?
Las tres opciones me gustan. Sin embargo, siendo realista,
creo que Ronin sería muy costosa de llevar a la gran pantalla
por ser una historia épica, de grandes batallas y con un
vestuario bastante complejo. Probablemente el formato más
adecuado sería el cómic, ya que se trata de una novela
bastante visual y llena de acción que, de hecho, también posee
cierta influencia del cine y del cómic.
6. ¿Cuáles son sus próximos proyectos editoriales? ¿Tiene
pensado un nuevo libro?
Actualmente estoy trabajando en la segunda parte de Ronin, que
se titularía Los Hijos de la Guerra. En esta entrega no
sólo quiero continuar con la historia sino también adentrarme
en el turbio pasado de los personajes.
También estoy trabajando en un relato histórico, que bien
pudiera convertirse en novela, sobre las aventuras de un
soldado castellano en el Japón del siglo XVI.
*José
Daniel Cuadros Jiménez es el autor de
El círculo de jade negro. Ronin.
Se licenció en Historia por la Universidad de Granada y en
Estudios de Asia Oriental, por la Universidad Autónoma de
Madrid. Desde el comienzo de su carrera universitaria se
interesó por los estudios japoneses, y llegó a obtener una
posición como estudiante de intercambio en Skidmore College,
Nueva York, donde profundizó en sus investigaciones sobre el
Japón medieval.
En septiembre de 2005 ha sido premiado con una beca de la
fundación La Caixa para realizar estudios de postgrado en
Estados Unidos. Tras ser admitido en la Universidad de
Columbia, Nueva York, planea iniciar su tesis sobre las
guerras civiles japonesas (1467-1615), con el objetivo de
convertirse en el primer historiador español especializado en
ese período.
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El...
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16
de diciembre de 1928 nace Philip Kendred Dick,
en la ciudad estadounidense de Chicago. Su niñez parece
haber sido algo difícil: su hermana gemela murió al poco
tiempo de que ambos nacieran; los padres se separaron
pasados algunos años y era asmático.
De adolescente comenzó a leer
y a escribir ciencia ficción, práctica que llevó
prolíficamente a cabo toda su vida. Se casó 5 veces.
Se dice que
una de las mayores virtudes de Dick es que produjo ciencia
ficción seria y accesible para el gran público.
Fue poco reconocido antes de su muerte, y más tenido en
cuenta fuera de
Estados Unidos, en Europa, que dentro. Dick ya había
muerto cuando la adaptación al
cine de varias de sus novelas lo volvió verdaderamente
popular.
Sus obras se caracterizan por incluir frecuentemente
situaciones en las que los seres queridos de los
protagonistas (o
incluso ellos mismos) son -muchas veces sin saberlo- robots, alienígenas,
seres sobrenaturales, espías a quienes les han lavado el
cerebro, o que sufren alucinaciones.
En 1963, ganó el premio Hugo por El hombre en el castillo.
Otras obras muy conocidas son ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (Do Androids
Dream of Electric Sheep?), que inspiró la película Blade
Runner, de 1968, y La transmigración de Timothy Archer,
de 1982.
En el siguiente
texto, que compartimos con ustedes, Dick se ocupa
de una vieja comparación del mundo de las letras -la
comparación entre la novela y el relato- y sobre la
ciencia ficción:
"La diferencia entre un
relato corto y una novela reside en lo siguiente: un
relato corto puede tratar de un crimen; una novela trata
del criminal, y los hechos derivan de una estructura
psicológica que, si el escritor conoce su oficio, habrá
descrito previamente. Por consiguiente, la diferencia
entre un relato corto y una novela no es muy grande; por
ejemplo, La larga marcha, de William Styron, se ha
publicado ahora como "novela corta", cuando fue publicada
por primera vez en Discovery como "relato largo". Esto
significa que si lo leen en Discovery están leyendo un
relato, pero si compran la edición de bolsillo van a leer
una novela. Con eso basta.
Las novelas cumplen una
condición que no se encuentra en los relatos cortos: el
requisito de que el lector simpatice o se familiarice
hasta tal punto con el protagonista que se sienta
impulsado a creer que haría lo mismo en sus
circunstancias... o, en el caso de la narrativa escapista,
que le gustaría hacer lo mismo. En un relato no es
necesario crear tal identificación, pues 1) no hay espacio
suficiente para proporcionar tantos datos y 2) como se
pone el énfasis en los hechos, y no en el autor de los
mismos, carece realmente de importancia -dentro de unos
límites razonables, por supuesto- quién es el criminal. En
un relato, se conoce a los protagonistas por sus actos; en
una novela sucede al revés; se describe a los personajes y
después hacen algo muy personal, derivado de su naturaleza
individual. Podemos afirmar que los sucesos de una novela
son únicos, no se encuentran en otras obras; sin embargo,
los mismos hechos acaecen una y otra vez en los relatos
hasta que, por fin, se establece un código cifrado entre
el lector y el autor. No estoy seguro de que esto sea
especialmente negativo.
Además, una novela -en particular una novela de ciencia
ficción- crea todo un mundo, aderezado con toda clase de
detalles insignificantes..., insignificantes, quizá, para
describir los personajes de la novela, pero vitales para
que el lector complete su comprensión de todo ese mundo
ficticio. En un relato, por otra parte, usted se siente
transportado a otro mundo cuando los melodramas se le
vienen encima desde todas las paredes de la habitación...
como describió una vez Ray Bradbury. Este solo hecho
catapulta el relato hacia la ciencia ficción.
Un relato de ciencia ficción exige una premisa inicial que
le desligue por completo de nuestro mundo actual. Toda
buena narrativa ha de llevar a cabo esta ruptura, tanto en
la lectura como en la escritura. Hay que describir un
mundo ficticio totalmente. Sin embargo, un escritor de
ciencia ficción se halla sometido a una presión más
intensa que en obras como, por ejemplo, Paul's Case o
Big
Blonde, dos variedades de la narrativa general que siempre
permanecerán con nosotros.
En los relatos de ciencia ficción se describen hechos de
ciencia ficción; en las novelas de este tema se describen
mundos. Los relatos de esta colección describen cadenas de
acontecimientos. El nudo central de los relatos es una
crisis, una situación límite en la que el autor involucra
a sus personajes, hasta tal extremo que no parece existir
solución. Y luego, por lo general, les proporciona una
salida. Sin embargo, los acontecimientos de una novela
están tan enraizados en la personalidad del protagonista
que, para sacarlo de sus apuros, debería volver atrás y reescribir su personaje. Esta necesidad no se encuentra en
un relato, sobre todo cuanto más breves sea (relatos
largos como Muerte en Venecia, de Thomas Mann, o la obra
de Styron antes comentada son, en realidad, novelas
cortas). De todo esto se deduce por qué los escritores de
ciencia ficción pueden escribir cuentos pero no novelas, o
novelas pero no cuentos; todo puede ocurrir en un cuento;
el autor adapta sus personajes al tema central. El cuento
es mucho menos restrictivo que una novela, en términos de
acontecimientos. Cuando un escritor acomete una novela,
ésta empieza poco a poco a encarcelarlo, a restarle
libertad; sus propios personajes se rebelan y hacen lo que
les apetece... no lo que a él le gustaría que hicieran. En
ello reside la solidez de una novela, por una parte, y su
debilidad, por otra."
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