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Boletín de LibrosEnRed Nº 109
 25 de febrero de 2010
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"A lo mejor escribir no sea más que una de las formas de organizar la locura." 
Isidoro Blaisten (1933-2004), escritor argentino

En este número:

01

 

Internet no solo cambió la forma que tenemos de trabajar, de comunicarnos, de recibir información, de divertirnos. Cambió también nuestra forma pensar, percibir e interpretar lo que nos rodea. Pero ¿hasta qué punto? y ¿en qué se nota? Algunas reflexiones:

  • Podemos ver las cosas como nunca antes (por ejemplo, ver la punta de Machu Pichu en un Google Map).

  • Lo multimedial reemplaza lo lineal: podemos ver imágenes, oír y leer todo junto. Podemos mirar una película histórica e inmediatamente contextualizar los hechos en Wikipedia. Sí: no tendremos garantía de rigor analítico, pero rápidamente obtendremos las coordenadas de la época. Y si queremos profundizar después en el tema, ¡por supuesto que podemos!
     

  • Internet hace más posible que las ideas se promuevan (incluso si quien impulsa la idea no tiene él mismo chances básicas para hacerlo). Basta tener un un blog o espacio en Facebook: recientemente, un adolescente porteño logró reunir 30 mil personas para reclamar contra la designación del escritor Abel Posse como ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, y algo influyó en su destitución casi inmediatamente posterior. Es decir: no hace falta acceder a círculos selectos ni tener mucho dinero para lograr impacto en la opinión pública o instalar un proyecto.

  • Internet nos obliga a la precisión: cada vez es más importante hacer la pregunta (o la búsqueda) correcta para obtener lo que se quiere.
     

  • La distancia entre obligaciones y entretenimiento es cada vez menor. Hacemos de todo todo el tiempo: abrimos un documento, en el medio chequeamos qué mensaje nuevo recibimos, mientras tanto miramos la portada del diario y nos tentamos con ver un video, volvemos al documento, nos ponemos música, reenviamos un mail...

  • Lo bueno, si breve...: los contenidos se fragmentan cada vez más: no álbumes enteros, sino canciones; no diarios, sino tweets; no libros enteros, capítulos.
     

  • Cae la importancia de los nombres propios: no importa tanto quién habla, no importa tanto la idea de autor primero, de autor-fuente. Y además tendemos a valorar más las versiones que la verdad; tendemos a creer más en lo subjetivo que en lo supuestamente objetivo (ver Saer, en el apartado 4)


    Estas son algunas notas de lo que puede registrarse como tendencia en nuestro comportamiento. Pero quedan muchas preguntas sobre los cambios de conducta y formas de pensar que puedan darse con el tiempo, como por ejemplo:

    ¿Nos desacostumbraremos a mantener la atención largo rato? ¿Nos costará profundizar en las ideas y solo tendremos conceptos muy generales, y poco analíticas, de las cuestiones? ¿Tendremos, en contrapartida, una actitud más activa, curiosa, participativa? Es decir, ¿seremos más ávidos intelectualmente... pero también más superficiales?

    Si bien con los nuevos medios de comunicación se pierde el contacto cara a cara, ¿se verán beneficiadas las relaciones entre las personas por la posibilidad de vincularse por afinidades (gustos, hobbies, orígenes, etc.) de un modo más natural y fluido que antes? ¿Nos enriqueceremos al establecer relaciones más pares (que equilibren la fuente o el autor de la información con aquellos que la reciben)? ¿Nos aportará el ejercicio de recibir una constante feedback a nuestros textos, audios, videos publicados para mejorarlos?

    ¿Seremos más generosos y compartiremos la información que tenemos porque encontraremos un beneficio (sea por el bienestar personal o por las ganas de tener buena reputación por Internet)? ¿O la falta de contacto nos volverá más individualistas o insensibles? ¿Nos jugará a favor que tanto quede registrado en la web, hoy ya nuestra gran memoria colectiva?

    ¿Qué piensan ustedes?

    Hasta el próximo boletín,

    Editorial LibrosEnRed


02

 

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   Laberinto de dudas                        

   Nancy C. Sánchez

   Novelas


Nueva York, Chicago y Miami son las ciudades donde se desarrolla la vida de Gerardo Campuzano, un hombre que en su niñez fue abusado sexualmente e inducido a las drogas por su padre.

En su enloquecedor comportamiento por adquirir drogas, se entera de un gran secreto familiar que cambiará drásticamente el rumbo de su vida. Desentrañar ese secreto se convierte en una obsesión que lo lleva a recorrer caminos -algunos fabricados por un hombre de mente malévola- que se entrecruzan entre sí.

La duda es una constante en ese laberinto. Gerardo sabe que la falta de lucidez provocada por el uso de drogas no le permite encontrar la salida... La vida de este hombre es una desgarradora lucha interna por olvidar su pasado y poder liberarse de su adicción. Desde el inicio de la trama aparece Graciela Santamaría, una joven viuda y madre de dos adolescentes cuya estabilidad emocional y equilibrio familiar se ven afectados al convertirse -por caprichosos malabares del destino- en parte fundamental de una historia que no buscaba. En el transcurso de la trama aparecen personajes con cuyas historias se pretende dar una lección de tolerancia, esperanza y optimismo para la tan necesitada comprensión entre los seres humanos.

Nancy C. Sánchez
nació en Matanzas, Cuba, en 1940. Es graduada en Ciencias Económicas por el Instituto de Planificación de la Economía Nacional en Kiev, Ucrania, y licenciada en Información Científico-Técnica por la Universidad de La Habana, Cuba. Cursó seminarios de estudios demográficos, población y planificación de países en vías de desarrollo auspiciados por las Naciones Unidas en la Universidad Lomonosov de Moscú, Rusia.

Se dedicó por más de veinte años a la educación superior como profesora e investigadora en el Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana. Es autora y coautora de diferentes publicaciones académicas presentadas en congresos nacionales e internacionales, con algunas de las cuales obtuvo premios. Salió de Cuba en 1991; primero fue a México y, posteriormente, a Estados Unidos. Actualmente vive en Miami, donde escribió Laberinto de dudas, su primera novela.
 

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   La evaluación de Juan

   Elbio Suppici Vázquez

   Ciencias Políticas


Más de 12 millones de hispanoamericanos actualmente viven como indocumentados en Estados Unidos. Sufren y agonizan pero se mantienen en pie, trabajando y mejorando el país mientras que los déspotas ciudadanos y el gobierno los humillan y pisotean para llegar a la cima. Esta es la verdadera historia de uno de esos 12 millones.

Esta obra estudia la corrupción gubernamental en Estados Unidos, cuya única meta siempre fue la opresión de los débiles para enriquecer sus propios bolsillos. Solo es una máquina de destrucción de todas las naciones y pueblos que tengan algo codiciado. Actualmente, casi culminada su dictadura mundial, Estados Unidos está librando una guerra clandestina contra su propia población. La actual destrucción sistemática de la economía no es más que un pie para crear un gobierno y una unidad monetaria mundial que les permita gobernar el mundo a las corporaciones más grandes. Abra los ojos y vea que el planeta está a punto de caer frente a esta opresión.

Elbio Suppici Vázquez consiguió títulos en fotografía artística, diseño gráfico y psicología. Está radicado en Phoenix, Arizona, y es director ejecutivo de una compañía local. Este libro es producto de su espíritu estudioso y emprendedor. Se inspira, como otros de sus proyectos, en el lema "la valentía no es la ausencia del temor, sino la conquista de él".

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El clásico de regalo

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Egmont

Una de las obras menos conocidas, pero no por eso de menor calidad, de Goethe. Escrita a lo largo de doce años, la escena de esta obra transcurre en los Países Bajos, al comienzo de la revuelta contra España. Una Europa convulsionada por las guerras y los conflictos políticos constituye el trasfondo sobre el cual se recorta esta tragedia. El dramaturgo preservó la imagen de una situación histórica subyugante y retrató a un grupo de personajes admirables. Fue musicalizada por Beethoven.
 


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3. Foros
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No hay mejor definición del carnaval -aunque no hable propiamente del carnaval- que la de Serrat en su canción "La fiesta". Ese salir y mezclarse, y dejar de ser uno mismo, olvidarse de sus condiciones de vida, tutearse con extraños, emparejarse con gente situada en otras circunstancias, pensar solo en el hoy, sin consecuencia...:

Apurad
que allí os espero si queréis venir
pues cae la noche y ya se van
nuestras miserias a dormir.

[...]
Hoy el noble y el villano,
el prohombre y el gusano
bailan y se dan la mano
sin importarles la facha.

Juntos los encuentra el sol
a la sombra de un farol
empapados en alcohol
abrazando a una muchacha.

Y con la resaca a cuestas
vuelve el pobre a su pobreza,
vuelve el rico a su riqueza
y el señor cura a sus misas.

Se despertó el bien y el mal
la pobre vuelve al portal,
la rica vuelve al rosal,
y el avaro a las divisas.

Se acabó,
el sol nos dice que llegó el final,
por una noche se olvidó
que cada uno es cada cual.

Vamos bajando la cuesta
que arriba en mi calle
se acabó la fiesta."


Cuando el pensador Mijael Bajtín intentaba reconstruir la cultura de la Edad Media, decía que el carnaval se tomaba como un momento de renacimiento y de renovación; como un espectáculo que se vivía, y no al que se asistía  pasivamente; como la neutralización de las reglas sociales y de las jerarquías entre individuos. Y como el momento de la risa (provocada por la burla, la ironía, la parodia y la celebración de lo "bajo", lo propio de los instintos, lo corporal). El carnaval en la Edad Media, a diferencia de las fiestas oficiales, era una liberación transitoria, pero total.

Ya queda poco de esa intensidad hoy en día, de ese componente revolucionario. Pero igualmente nos gustaría saber ¿cómo se vive en su ciudad o región en carnaval? Participemos en el foro.

 

4. Sobre el género biográfico, Juan José Saer*
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El rechazo escrupuloso de todo elemento ficticio no es un criterio de verdad. Puesto que el concepto mismo de verdad es incierto y su definición integra elementos dispares y aun contradictorios, es la verdad como objetivo unívoco del texto y no solamente la presencia de elementos ficticios lo que merece, cuando se trata del género biográfico o autobiográfico, una discusión minuciosa. Lo mismo podemos decir del género, tan de moda en la actualidad, llamado, con certidumbre excesiva, non-fiction: su especificidad se basa en la exclusión de todo rastro ficticio, pero esa exclusión no es de por sí garantía de veracidad. Aun cuando la intención de veracidad sea sincera y los hechos narrados rigurosamente exactos sólo que no siempre es así sigue existiendo el obstáculo de la autenticidad de las fuentes, de los criterios interpretativos y de las turbulencias de sentido propios a toda construcción verbal. Estas dificultades, familiares en lógica y ampliamente debatidas en el campo de las ciencias humanas, no parecen preocupar a los practicantes felices de la non-fiction. Las ventajas innegables de una vida mundana como la de Truman Capote no deben hacernos olvidar que una proposición, por no ser ficticia, no es automáticamente verdadera.

Podemos por lo tanto afirmar que la verdad no es necesariamente lo contrario de la ficción, y que cuando optamos por la práctica de la ficción no lo hacemos con el propósito turbio de tergiversar la verdad. En cuanto a la dependencia jerárquica entre verdad y ficción, según la cual la primera poseería una positividad mayor que la segunda, es desde luego, en el plano que nos interesa, una mera fantasía moral. Aun con la mejor buena voluntad, aceptando esa jerarquía y atribuyendo a la verdad el campo de la realidad objetiva y a la ficción la dudosa expresión de lo subjetivo, persistirá siempre el problema principal, es decir la indeterminación de que sufren no la ficción subjetiva, relegada al terreno de lo inútil y caprichoso, sino la supuesta verdad objetiva y los géneros que pretenden representarla. Puesto que autobiografía, biografía, y todo lo que puede entrar en la categoría de non-fiction, la multitud de géneros que vuelven la espalda a la ficción, han decidido representar la supuesta verdad objetiva, son ellos quienes deben suministrar las pruebas de su eficacia. Esta obligación no es fácil de cumplir: todo lo que es verificable en este tipo de relatos es en general anecdótico y secundario, pero la credibilidad del relato y su razón de ser peligran si el autor abandona el plano de lo verificable.


Juan José Saer (argentino, 1937-2005) fue profesor de literatura y estética, narrador y crítico literario. Desde 1968 hasta su muerte, residió en Francia. Su vasta obra narrativa, valorada como una de las máximas expresiones de la literatura argentina del último cuarto de siglo, tiene como puntos salientes los libros de cuentos Unidad de lugar (1967) y La mayor (1976), y las novelas Nadie nada nunca (1980), El entenado (1983), Glosa (1985), La ocasión (1986, Premio Nadal), Lo imborrable (1992) y La pesquisa (1994). También publicó ensayos sobre literatura, como El río sin orillas y el citado El concepto de ficción.
 
 

05


El...

     | 26 de febrero de 1802 nace el escritor francés Víctor Hugo.

     | 27 de febrero de 1902 nace John Steinbeck, escritor estadounidense y muere, en 1941, James Joyce, escritor irlandés, autor de la célebre novela Ulises.

     | 3 de marzo de 1996 muere Marguerite Duras, escritora francesa.

     | 4 de marzo de 1852 murió Nicolás Gogol, novelista ruso. En 1942, se publica El extranjero, de Albert Camus

     | 6 de marzo de 1928 nació Gabriel García Márquez, escritor colombiano, premio Nobel de Literatura en 1982, considerado como el máximo representante del "realismo-mágico". Su primera novela fue La Hojarasca (1955), luego publicó El coronel no tiene quien le escriba (1961), La mala hora (1962), Los funerales de Mamá Grande (1962) y por supuesto la novela que lo consagró internacionalmente: Cien años de Soledad (1967).

     | 11 de marzo de 1908 murió Edmundo de Amicis, escritor italiano. Sin duda pasará a la historia de la literatura por su novela Corazón.

     | 15 de marzo de 1892 nace César Vallejo, poeta peruano.

     | 18 de marzo de 1932 nace John Updike, escritor y periodista estadounidense. De Paris Review, Conversaciones de escritores (El Ateneo, Buenos Aires, 1998), extraemos respuestas interesantes sobre:

la relación de su escritura y la forma de vida:
"Repudio cualquier conexión esencial entre mi vida y lo que escribo. Creo que es un área de preocupación mórbida e inadecuada, si bien bastante natural... demasiadas preocupaciones mórbidas son naturales. Pero la obra, la palabra escrita sobre el papel, debe mantenerse apartada de nuestra presencia más viva. Cuando nos sentamos frente al escritorio nos transformamos en nada, excepto la excusa para esos pellejos que descartamos."

el interés de los escritores (Hemingway, Twain, Joyce, él mismo) en su infancia y primera juventud como tiempo especial:
"Nada que nos ocurra después de los veinte años será tan libre, tan despreocupado, porque para entonces ya tendremos vocación de escribir. La vida de los escritores se divide en dos mitades. Cuando uno descubre su vocación literaria disminuye su receptividad a la experiencia. Poder escribir se transforma en una especie de escudo, una forma de ocultamiento, una manera demasiado instantánea de transformar el dolor en miel... mientras que mientras uno es joven no puede evitar oponerse y observarse y sentir".

sobre el quehacer del escritor:
"Mi trabajo es meditación, no pontificación; por eso las entrevistas como esta se sienten como un doblez del crecimiento, una pose. No pienso mis libros como sermones o estrategias para una guerra de ideas, sino como objetos de diferentes formas y texturas, y dotados del misterio de todo lo que existe. La primera idea que tuve sobre el arte, cuando era niño, fue que el artista traía al mundo algo que no existía antes, y que lo hacía sin destruir nada a cambio. Una especie de refutación de la conservación de la materia. Esa me sigue pareciendo su magia central, su núcleo de alegría".
 

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