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"A lo mejor
escribir no sea más que una de las formas de organizar
la locura."
Isidoro Blaisten
(1933-2004), escritor
argentino
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En
este número:
1. Editorial:
Paradigma digital, ¿qué se viene?
2. Recomendados del mes +
e-book de regalo
3. Foro:
Carnaval... o nuestras
miserias a dormir
4. Sobre el género biográfico, por
Juan José Saer
5.
Efemérides: respuestas de
John Updike
6. Direcciones
7. Suscripciones
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Internet no solo cambió la forma que tenemos de
trabajar, de comunicarnos, de recibir información, de
divertirnos. Cambió también nuestra forma pensar,
percibir e interpretar lo que nos rodea. Pero ¿hasta qué
punto? y ¿en qué se nota? Algunas reflexiones:
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Lo multimedial reemplaza lo lineal: podemos ver
imágenes, oír y leer todo junto. Podemos mirar
una película histórica e inmediatamente contextualizar
los hechos en Wikipedia. Sí: no tendremos
garantía de rigor analítico, pero rápidamente
obtendremos las coordenadas de la época. Y si queremos
profundizar después en el tema, ¡por supuesto que
podemos!
-
Internet hace más posible que las ideas se promuevan
(incluso si quien impulsa la idea no tiene él mismo
chances básicas para hacerlo). Basta tener un un blog o
espacio en Facebook: recientemente, un
adolescente porteño logró reunir 30 mil personas para
reclamar contra la designación del escritor Abel Posse
como ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires,
y algo influyó en su destitución casi inmediatamente
posterior. Es decir: no hace falta acceder a círculos
selectos ni tener mucho dinero para lograr impacto en la
opinión pública o instalar un proyecto.
-
Internet nos obliga a la precisión: cada vez es más
importante hacer la pregunta (o la búsqueda) correcta
para obtener lo que se quiere.
-
La distancia entre obligaciones y entretenimiento es
cada vez menor. Hacemos de todo todo el tiempo: abrimos
un documento, en el medio chequeamos qué mensaje nuevo
recibimos, mientras tanto miramos la portada del diario
y nos tentamos con ver un video, volvemos al documento,
nos ponemos música, reenviamos un mail...
-
Lo bueno, si breve...: los contenidos se
fragmentan cada vez más: no álbumes enteros, sino
canciones; no diarios, sino tweets; no libros
enteros, capítulos.
-
Cae la importancia de los nombres propios: no importa
tanto quién habla, no importa tanto la idea de autor
primero, de autor-fuente. Y además tendemos a
valorar más las versiones que la verdad;
tendemos a creer más en lo subjetivo que en lo
supuestamente objetivo (ver
Saer, en el apartado 4)
Estas son algunas notas de lo que puede registrarse como
tendencia en nuestro comportamiento. Pero quedan
muchas preguntas sobre los cambios de conducta y
formas de pensar que puedan darse con el tiempo, como
por ejemplo:
¿Nos desacostumbraremos a mantener la atención
largo rato? ¿Nos costará profundizar en las ideas y solo
tendremos conceptos muy generales, y poco analíticas, de
las cuestiones? ¿Tendremos, en contrapartida, una
actitud más activa, curiosa, participativa? Es
decir, ¿seremos más ávidos intelectualmente... pero
también más superficiales?
Si bien con los nuevos medios de comunicación se pierde
el contacto cara a cara, ¿se verán beneficiadas las
relaciones entre las personas por la posibilidad de
vincularse por afinidades (gustos, hobbies, orígenes,
etc.) de un modo más natural y fluido que antes? ¿Nos
enriqueceremos al establecer relaciones más pares (que
equilibren la fuente o el autor de la información con
aquellos que la reciben)? ¿Nos aportará el ejercicio de
recibir una constante feedback a nuestros textos,
audios, videos publicados para mejorarlos?
¿Seremos más generosos y compartiremos la información
que tenemos porque encontraremos un beneficio (sea por
el bienestar personal o por las ganas de tener buena
reputación por Internet)? ¿O la falta de contacto nos
volverá más individualistas o insensibles? ¿Nos jugará a
favor que tanto quede registrado en la web, hoy ya
nuestra gran memoria colectiva?
¿Qué piensan ustedes?
Hasta el próximo boletín,
Editorial LibrosEnRed
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Laberinto de dudas
Nancy C. Sánchez
Novelas
Nueva York, Chicago y Miami son las ciudades donde se
desarrolla la vida de Gerardo Campuzano, un hombre que en su
niñez fue abusado sexualmente e inducido a las drogas por su
padre.
En su enloquecedor comportamiento por adquirir drogas, se entera
de un gran secreto familiar que cambiará drásticamente el rumbo
de su vida. Desentrañar ese secreto se convierte en una obsesión
que lo lleva a recorrer caminos -algunos fabricados por un
hombre de mente malévola- que se entrecruzan entre sí.
La duda es una constante en ese laberinto. Gerardo sabe que la
falta de lucidez provocada por el uso de drogas no le permite
encontrar la salida... La vida de este hombre es una
desgarradora lucha interna por olvidar su pasado y poder
liberarse de su adicción. Desde el inicio de la trama aparece
Graciela Santamaría, una joven viuda y madre de dos adolescentes
cuya estabilidad emocional y equilibrio familiar se ven
afectados al convertirse -por caprichosos malabares del destino-
en parte fundamental de una historia que no buscaba. En el
transcurso de la trama aparecen personajes con cuyas historias
se pretende dar una lección de tolerancia, esperanza y optimismo
para la tan necesitada comprensión entre los seres humanos.
Nancy C. Sánchez nació en
Matanzas, Cuba, en 1940. Es graduada en Ciencias Económicas por
el Instituto de Planificación de la Economía Nacional en Kiev,
Ucrania, y licenciada en Información Científico-Técnica por la
Universidad de La Habana, Cuba. Cursó seminarios de estudios
demográficos, población y planificación de países en vías de
desarrollo auspiciados por las Naciones Unidas en la Universidad
Lomonosov de Moscú, Rusia.
Se dedicó por más de veinte años a la educación superior como
profesora e investigadora en el Centro de Estudios Demográficos
de la Universidad de La Habana. Es autora y coautora de
diferentes publicaciones académicas presentadas en congresos
nacionales e internacionales, con algunas de las cuales obtuvo
premios. Salió de Cuba en 1991; primero fue a México y,
posteriormente, a Estados Unidos. Actualmente vive en Miami,
donde escribió
Laberinto de dudas, su primera novela.
La
evaluación de Juan
Elbio
Suppici Vázquez
Ciencias
Políticas
Más de 12 millones de hispanoamericanos actualmente
viven como indocumentados en Estados Unidos.
Sufren y
agonizan pero se mantienen en pie, trabajando y
mejorando el país mientras que los déspotas ciudadanos y
el gobierno los humillan y pisotean para llegar a la
cima. Esta es la verdadera historia de uno de esos 12
millones.
Esta obra estudia la corrupción gubernamental
en Estados Unidos, cuya única meta siempre fue la
opresión de los débiles para enriquecer sus propios
bolsillos. Solo es una máquina de destrucción de todas
las naciones y pueblos que tengan algo codiciado.
Actualmente, casi culminada su dictadura mundial,
Estados Unidos está librando una guerra clandestina
contra su propia población. La actual destrucción
sistemática de la economía no es más que un pie para
crear un gobierno y una unidad monetaria mundial que les
permita gobernar el mundo a las corporaciones más
grandes. Abra los ojos y vea que el planeta está a punto
de caer frente a esta opresión.
Elbio Suppici Vázquez
consiguió títulos en fotografía artística, diseño
gráfico y psicología. Está radicado en Phoenix, Arizona,
y es director ejecutivo de una compañía local. Este
libro es producto de su espíritu estudioso y
emprendedor. Se inspira, como otros de sus proyectos, en
el lema "la valentía no es la ausencia del temor, sino
la conquista de él".
Para hojear antes de comprar,
¡obtenga aquí el primer
capítulo gratis!
El
clásico
de regalo
Egmont
Una de las obras menos conocidas, pero no por eso de menor
calidad, de
Goethe. Escrita a lo largo de
doce años, la escena de esta obra transcurre en los Países
Bajos, al comienzo de la revuelta contra España. Una Europa
convulsionada por las guerras y los conflictos políticos
constituye el trasfondo sobre el cual se recorta esta tragedia.
El dramaturgo preservó la imagen de una situación histórica
subyugante y retrató a un grupo de personajes admirables. Fue
musicalizada por Beethoven.
¿Usted
también escribe? Poesía, ensayo, relatos, novelas...
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No hay mejor definición del carnaval -aunque no hable
propiamente del carnaval- que la de Serrat en su
canción "La fiesta". Ese salir y mezclarse, y
dejar de ser uno mismo, olvidarse de sus condiciones de
vida, tutearse con extraños, emparejarse con gente
situada en otras circunstancias, pensar solo en el hoy,
sin consecuencia...:
Apurad
que allí os espero si queréis venir
pues cae la noche y ya se van
nuestras miserias a dormir.
[...]
Hoy el noble y el villano,
el prohombre y el gusano
bailan y se dan la mano
sin importarles la facha.
Juntos los encuentra el sol
a la sombra de un farol
empapados en alcohol
abrazando a una muchacha.
Y con la resaca a cuestas
vuelve el pobre a su pobreza,
vuelve el rico a su riqueza
y el señor cura a sus misas.
Se despertó el bien y el mal
la pobre vuelve al portal,
la rica vuelve al rosal,
y el avaro a las divisas.
Se acabó,
el sol nos dice que llegó el final,
por una noche se olvidó
que cada uno es cada cual.
Vamos bajando la cuesta
que arriba en mi calle
se acabó la fiesta."
Cuando el pensador Mijael Bajtín intentaba
reconstruir la cultura de la Edad Media, decía que el
carnaval se tomaba como un momento de renacimiento y de
renovación; como un espectáculo que se vivía, y
no al que se asistía pasivamente; como la
neutralización de las reglas sociales y de las
jerarquías entre individuos. Y como el momento de la
risa (provocada por la burla, la ironía, la parodia y la
celebración de lo "bajo", lo propio de los instintos, lo
corporal). El carnaval en la Edad Media, a diferencia de
las fiestas oficiales, era una liberación transitoria,
pero total.
Ya queda poco de esa intensidad hoy en día, de ese
componente revolucionario. Pero igualmente nos gustaría
saber ¿cómo se vive en su ciudad o región en carnaval?
Participemos en el foro.
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4.
Sobre el género biográfico, Juan José Saer* |
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El rechazo escrupuloso de todo elemento ficticio no es
un criterio de verdad. Puesto que el concepto mismo de
verdad es incierto y su definición integra elementos
dispares y aun contradictorios, es la verdad como objetivo
unívoco del texto y no solamente la presencia de elementos
ficticios lo que merece, cuando se trata del género
biográfico o autobiográfico, una discusión minuciosa. Lo
mismo podemos decir del género, tan de moda en la
actualidad, llamado, con certidumbre excesiva, non-fiction:
su especificidad se basa en la exclusión de todo rastro
ficticio, pero esa exclusión no es de por sí garantía de
veracidad. Aun cuando la intención de veracidad sea sincera
y los hechos narrados rigurosamente exactos sólo que no
siempre es así sigue existiendo el obstáculo de la
autenticidad de las fuentes, de los criterios
interpretativos y de las turbulencias de sentido propios a
toda construcción verbal. Estas dificultades, familiares en
lógica y ampliamente debatidas en el campo de las ciencias
humanas, no parecen preocupar a los practicantes felices de
la non-fiction. Las ventajas innegables de una vida mundana
como la de Truman Capote no deben hacernos olvidar que una
proposición, por no ser ficticia, no es automáticamente
verdadera.
Podemos por lo tanto afirmar que la verdad no es
necesariamente lo contrario de la ficción, y que cuando
optamos por la práctica de la ficción no lo hacemos con el
propósito turbio de tergiversar la verdad. En cuanto a la
dependencia jerárquica entre verdad y ficción, según la cual
la primera poseería una positividad mayor que la segunda, es
desde luego, en el plano que nos interesa, una mera fantasía
moral. Aun con la mejor buena voluntad, aceptando esa
jerarquía y atribuyendo a la verdad el campo de la realidad
objetiva y a la ficción la dudosa expresión de lo subjetivo,
persistirá siempre el problema principal, es decir la
indeterminación de que sufren no la ficción subjetiva,
relegada al terreno de lo inútil y caprichoso, sino la
supuesta verdad objetiva y los géneros que pretenden
representarla. Puesto que autobiografía, biografía, y todo
lo que puede entrar en la categoría de non-fiction, la
multitud de géneros que vuelven la espalda a la ficción, han
decidido representar la supuesta verdad objetiva, son ellos
quienes deben suministrar las pruebas de su eficacia. Esta
obligación no es fácil de cumplir: todo lo que es
verificable en este tipo de relatos es en general anecdótico
y secundario, pero la credibilidad del relato y su razón de
ser peligran si el autor abandona el plano de lo
verificable.
Juan José Saer (argentino, 1937-2005) fue profesor de
literatura y estética, narrador y crítico literario.
Desde 1968 hasta su muerte, residió en Francia. Su vasta
obra narrativa, valorada como una de las máximas
expresiones de la literatura argentina del último cuarto
de siglo, tiene como puntos salientes los libros de
cuentos Unidad de lugar (1967) y La mayor (1976), y las
novelas Nadie nada nunca (1980), El entenado (1983),
Glosa (1985), La ocasión (1986, Premio Nadal),
Lo
imborrable (1992) y La pesquisa (1994). También publicó
ensayos sobre literatura, como El río sin orillas y el
citado El concepto de ficción.
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El...
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26 de febrero de 1802 nace el escritor
francés
Víctor Hugo.
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27 de febrero de 1902 nace John
Steinbeck, escritor estadounidense y muere, en 1941,
James Joyce, escritor irlandés, autor de la
célebre novela Ulises.
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3 de marzo de 1996 muere Marguerite
Duras, escritora francesa.
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4 de marzo de 1852
murió
Nicolás Gogol, novelista ruso.
En 1942, se publica El
extranjero, de Albert Camus.
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6 de marzo de 1928 nació Gabriel García
Márquez, escritor colombiano, premio Nobel de Literatura en 1982, considerado
como el máximo representante del "realismo-mágico".
Su primera novela fue La Hojarasca (1955), luego publicó
El coronel no tiene quien le escriba (1961), La mala
hora (1962), Los funerales de Mamá Grande (1962) y
por supuesto la
novela que lo consagró internacionalmente: Cien años
de Soledad (1967).
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11 de marzo de 1908 murió Edmundo de Amicis,
escritor italiano.
Sin duda pasará a la historia de la literatura por su
novela Corazón.
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15 de marzo de 1892 nace César Vallejo,
poeta peruano.
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18 de marzo de 1932 nace John Updike,
escritor y periodista estadounidense. De Paris Review,
Conversaciones de escritores (El Ateneo, Buenos
Aires, 1998), extraemos respuestas interesantes sobre:
la relación de su
escritura y la forma de vida:
"Repudio cualquier conexión esencial entre mi vida y lo que
escribo. Creo que es un área de preocupación mórbida e
inadecuada, si bien bastante natural... demasiadas
preocupaciones mórbidas son naturales. Pero la obra, la
palabra escrita sobre el papel, debe mantenerse apartada de
nuestra presencia más viva. Cuando nos sentamos frente al
escritorio nos transformamos en nada, excepto la excusa para
esos pellejos que descartamos."
el interés de los escritores (Hemingway, Twain, Joyce, él
mismo) en su infancia y primera juventud como tiempo
especial:
"Nada que nos ocurra después de los veinte años será tan
libre, tan despreocupado, porque para entonces ya tendremos
vocación de escribir. La vida de los escritores se divide en
dos mitades. Cuando uno descubre su vocación literaria
disminuye su receptividad a la experiencia. Poder escribir
se transforma en una especie de escudo, una forma de
ocultamiento, una manera demasiado instantánea de
transformar el dolor en miel... mientras que mientras uno es
joven no puede evitar oponerse y observarse y sentir".
sobre el quehacer del escritor:
"Mi trabajo es meditación, no pontificación; por eso las
entrevistas como esta se sienten como un doblez del
crecimiento, una pose. No pienso mis libros como sermones o
estrategias para una guerra de ideas, sino como objetos de
diferentes formas y texturas, y dotados del misterio de todo
lo que existe. La primera idea que tuve sobre el arte,
cuando era niño, fue que el artista traía al mundo algo que
no existía antes, y que lo hacía sin destruir nada a cambio.
Una especie de refutación de la conservación de la materia.
Esa me sigue pareciendo su magia central, su núcleo de
alegría".
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