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Boletín de LibrosEnRed Nº 69
 31 de octubre de 2006
trans
"Fuera del perro, un libro es probablemente el mejor amigo del hombre,
y dentro del perro probablemente está demasiado oscuro para leer.
"
Groucho Marx (1890-1977) actor, comediante y escritor estadounidense

En este número:

01


Pocos momentos son tan placenteros como los que nos permitimos perder en una librería revolviendo saldos, husmeando novedades, desordenando el sistema alfabético de los estantes.

Todo es, durante un rato, promesa de libros por estrenar, de mundos completamente nuevos que se abren a nosotros para que metamos allí nuestras narices y los vayamos conquistando minuto a minuto. Cada volumen nos hace sentir el privilegio -en una engaño que a nadie molesta- de ser el primer lector o la primera lectora de esa sucesión de páginas apretadas y sin mácula.

Nosotros lo sabemos y es por eso que desarrollamos en nuestro sitio de LibrosEnRed el modo de presentar un fragmento de cada obra. Así, el lector (usted) podrá ver de qué se trata el libro, cómo está escrito, qué temas incluye, cómo fue pensado y armado. Por ejemplo, ¿quiere leer como empieza Amores de una mujer-suela? Ingrese en este enlace. ¿Quiere hojear el inquietante primer acercamiento entre el misterioso Bartleby y su narrador? Ingrese en este otro link.

O tal vez esté buscando manuales, como La hierba dulce. Historia, usos y cultivo de la Stevia Rebaudiana Bertoni, y quiera conocer su contenido. Ahora podrá ver, además de la descripción del libro, su índice. Lo mismo con otro best-seller de no ficción, El sueño lúcido. Cómo mejorar su vida mientras duerme: vea aquí el listado de sus capítulos.

Así que ¡adelante! Paseen por nuestras páginas, recorran las colecciones, echen un vistazo dentro de nuestros libros: habrá cada vez más fragmentos esperándolos. 
 

Los autores de LibrosEnRed que deseen enviar fragmentos de su libro o el índice,
pueden escribir a nuestro
formulario de mensajes.

 

El Acertijo de este mes:

En el Prólogo de una famosa novela su autor o autora se refiere a la situación que le dio origen a la historia:

"Pasé el verano de 1816 en los alrededores de Ginebra. La temporada era fría y lluviosa, y por las noches nos agrupábamos en torno a la chimenea. Ocasionalmente nos divertíamos con historias alemanas de fantasmas, que casualmente caían en nuestras manos. Aquellas narraciones despertaron en nosotros un deseo juguetón de emularlos. Otros dos amigos (cualquier relato de la pluma de uno de ellos resultaría bastante más grato para el lector que nada de lo que yo jamás pueda aspirar a crear) y o nos comprometimos a escribir un cuento cada uno, basado en algún acontecimiento sobrenatural.

Sin embargo, el tiempo de repente mejoró, y mis dos amigos partieron de viaje hacia los Alpes donde olvidaron, en aquellos magníficos parajes, cualquier recuerdo de sus espectrales visiones. El relato que sigue es el único que se terminó."

¿Qué relato es este? ¿Quién lo escribió?
Y, más todavía, ¿qué otra "espectral visión" quedó -por un tiempo- olvidada?


El lunes 6 de noviembre le daremos una nueva pista, en esta página.

Participe por dos libros digitales.
Recuerde que si se anima a ensayar una respuesta debe escribirnos a nuestro formulario de mensajes.

Hasta el mes que viene,

Editorial LibrosEnRed



02

 
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     Cuando me encontré conmigo


     Josefina Bustos
    
     Psicología, Psiquiatría y Psicoanálisis


"Si te encuentras contigo, todo lo que necesitas para vivir en armonía, estará. La psiquis funciona como un aparato, y si lo conoces todo de su funcionamiento, tú controlarás tu pensamiento y no él a ti."

La psicóloga Josefina Bustos presenta aquí de un modo sencillo y práctico las respuestas a todos los interrogantes que nos planteamos inconscientemente y nos cuesta tanto responder. ¿Por qué son importantes las palabras? ¿Por qué no se las lleva el viento y nos afecta tanto lo que dicen? ¿Por qué discutimos si percibimos lo mismo? ¿Por qué mi psiquis no es igual a la de otros? ¿Cómo funciona el aparato psíquico? ¿Por qué repetimos siempre los mismos errores? ¿Por qué me afectan tanto mis padres? ¿Por qué no puedo decir que no? ¿Por qué me siento culpable?

Con esta lectura, nos resultará sencillo aprender a escuchar y discernir los actos fallidos, cuándo obramos consciente o inconscientemente, y cuáles son los mecanismos defensivos que utilizamos para no hacernos cargo de nuestra vida y colocarnos en papel de víctimas. También nos permite comprender la conexión que existe entre el mundo, la psiquis, lo físico, lo emocional y espiritual, ya que utilizando armónicamente ambos hemisferios, lograremos armonía en nuestra vida.

Cuando me encontré conmigo nos induce a la toma de conciencia de que somos responsables en un ciento por ciento de lo que nos ocurre, ya que somos lo que pensamos. Dice su autora: "Me enseñaron que debía aprender a conformarme con lo que la vida me daba para poder ser feliz, y paradójicamente, me inculcaron que no sea conformista. De eso se trata este libro, de descubrir las utopías que nos grabaron y programaron psíquicamente, respecto de cómo deberíamos ser, para aprender a conocer quiénes realmente somos. Si yo controlo mi pensamiento, y no él a mí, nada externo puede lastimarme".

Ver un fragmento de este libro.
 

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     Estrategias del NCLEX-RN

     Lucy Consiglieri

     Educación


Este libro lo capacitará para responder todas las preguntas del examen de licenciatura o reválida de enfermería vigente en los Estados Unidos. Estrategias del NCLEX-RN le enseña lo que usted necesita saber para poder aprobar el examen de enfermería estadounidense. Los principios y estrategias enseñadas en el libro han ayudado a miles de estudiantes a aprobar el examen y a poder trabajar en Estados unidos. La autora utiliza un lenguaje sencillo, fácil de comprender, y presenta explicaciones aplicables de estrategias y principios. Un libro valioso que lo ayudará a través de toda su carrera. 

Lucy Consiglieri es una profesional de enfermería con más de 25 años de experiencia clínica en los Estados Unidos, en áreas de Medicina y Cirugía, Cuidado de intensivo, Cirugía de corazón abierto, Emergencia, Telemetría, Sala de recuperación, Visita al hogar, Educación y Administración. Recibió su Bachillerato en Ciencias de Enfermería en la Universidad de Puerto Rico en 1977. Desarrolló y ofreció cursos de repaso para el NCLEX-RN. Actualmente, sirve de mentor y ofrece tutorías sobre este tipo de estrategias y estudia el grado de Maestría en Estados Unidos.

Ver un fragmento de este manual.
 

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     Homo Politikos. Las reflexiones de John Doe

     JD Roman

     Ciencias políticas


Reflexiones laterales e irónicas sobre PolítiKa. También incluye aforismos todo terreno para el Polítiko moderno. (Todo buen PolítiKo que se precie debe usar aforismos, de esos que anteponen la forma al fondo.)

John Doe comenta aquí las estrategias clásicas de la política, introducidas en sus respectivas épocas por Clausewitz o Tsun-Tsu y añade una modalidad nueva, la de "dilución", que será objeto de un más amplio desarrollo en el futuro. También introduce brevemente el concepto de KomuniKación (léase "comunicación desvirtuada").

Ver un fragmento de esta obra.

El clásico de regalo

Otra apasionante obra de Agatha Christie, la "reina del misterio". Esta vez, Las manzanas

Ariadne Oliver está de visita en casa de su amiga Judith Butler. Todo es actividad en la mansión, pues se prepara una fiesta infantil y hay que organizar diversos juegos. Pero mientras transcurren los preparativos, Joyce, una jovencita, afirma haber presenciado un asesinato. Nadie cree en lo que dice por su fama de mentirosa, hasta que no queda otro remedio.

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     Colección: Novela Policial

 


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3. Foros
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FORO DE OPINIÓN

Hace un par de semanas, la edición 2006 del Premio Nobel de Literatura se entregó al escritor turco Orhan Pamuk. Nacido en Estambul en 1952, ha publicado los libros El libro negro, El astrólogo y el sultán, La vida nueva, Me llamo Rojo y Nieve, entre otros. La Academia Sueca ha distinguido al escritor porque "en su búsqueda del alma melancólica de su ciudad natal ha descubierto nuevos símbolos para la cohesión y el entrelazamiento de culturas".

Tenemos ya a Sully Prudhomme (en 1901), Henryk Sienkiewicz (en 1905), Giosué Carducei (en 1906). Y también Rudyard Kipling (1907), Samuel Beckett (1969), Luigi Pirandello (1934), Winston Churchill (1953), Ernest Hemingway (1954) y Albert Camus (1957). No faltaron tampoco, en lengua española, Juan Ramón Jiménez (1956), Vicente Aleixandre (1977), Gabriel García Márquez (1982), Camilo José Cela (1989) y Octavio Paz (1990).

¿Qué tienen en común estos autores, tan ignotos unos como célebres y celebrados otros? Que, en algún momento de sus vidas y de sus trayectorias, recibieron también este premio.

Se suele lamentar que Borges, Virginia Woolf, Kafka, Tolstoi y Proust (entre otros ausentes más) no hayan recibido nunca el Nobel. Que el eterno candidato Mario Vargas Llosa esté condenado a quedar en ese estado. Que, en cambio, muchos de quienes ocuparon sus lugares hayan sido justamente olvidados en la historia literaria. ¿Justicia geopolítica (en vez de literaria, como denunciaba Borges)? ¿Arbitrariedad? ¿Decisión bien intencionada, pero humana y por lo tanto falible? ¿Qué cree usted de las entregas de Premio Nobel, qué motiva estas elecciones?

Lo invitamos a opinar en nuestro Foro de opinión

 

4. Sobre literatura y crítica literaria. Fragmentos de Guy de Maupassant*
04



"Por otra parte, ¡qué pueril es creer en la realidad, ya que llevamos cada cual la nuestra en nuestro pensamiento y en nuestros órganos! Nuestros ojos, nuestros oídos, nuestro olfato, nuestro gusto, diferentes, crean tantas verdades como hombres hay en la tierra. Y nuestras mentes, que reciben las instrucciones desde esos órganos, impresionados de una manera diversa, comprenden, analizan y juzgan como si cada uno de nosotros perteneciera a otra raza.

Por lo tanto, cada uno de nosotros se forja sencillamente una ilusión del mundo, ilusión poética, sentimental, gozosa, melancólica, impura o lúgubre, según la naturaleza. Y la misión del escritor no es otra sino reproducir con fidelidad esta ilusión mediante todos los procedimientos del arte que haya aprendido y de que pueda disponer.

¡Ilusión de lo bello, que es una convención humana! ¡Ilusión de lo feo, que es una opinión variable! ¡Ilusión de lo verdadero, jamás invariable! ¡Ilusión de lo innoble, que atrae a tantos seres! Los grandes artistas son aquellos que imponen a la humanidad su ilusión particular.

No nos enojemos, pues, contra ninguna teoría, puesto que cada una de ellas es, simplemente, la expresión generalizada de un temperamento que se analiza.

Están dos, sobre todo, que se han discutido con frecuencia, oponiendo la una a la otra en lugar de admitir ambas: la de la novela de análisis puro y la de la novela objetiva. Los partidarios del análisis instan al escritor para que se dedique a indicarles las menores evoluciones de un carácter y los más secretos móviles que determinan nuestras acciones, concediendo al hecho en sí una importancia tan sólo secundaria. Es el punto de llegada, un simple hito, el pretexto de la novela. Según ellos, habría que escribir, por tanto, esas obras precisas y soñadas en las cuales la imaginación se funde con la observación, del mismo modo que un filósofo compone un libro de psicología; exponer las causas tomándolas en sus más lejanos orígenes, explicar todos los porqués de todos los deseos y discernir todas la reacciones del alma actuando bajo el impulso de los intereses, de las pasiones o de los instintos.

Los partidarios de la objetividad (¡desafortunada palabra!), al pretender, en cambio, proporcionarnos la representación exacta de lo que ocurre en la vida, evitan cuidadosamente toda explicación complicada, toda disertación sobre los motivos, y se limitan a presentar ante nuestros ojos los personajes y los acontecimientos.

Opinan que la psicología debe estar oculta en el libro como lo está en realidad bajo los hechos de la existencia.

La novela, concebida de este modo, adquiere interés, movimiento en el relato, color, vida bulliciosa.

Por tanto, en lugar de explicar extensamente el estado del espíritu de un personaje, los escritores objetivos buscan la acción o el gesto por medio del cual ese estado de ánimo coloca a ese hombre en una situación determinada. Y hacen que se comporte de tal modo, desde el principio al final del libro, que todos sus actos, todos su movimientos, sean el reflejo de su naturaleza íntima, de todos sus pensamientos, de todos sus deseos, de todos sus titubeos. Por lo tanto, ocultan la psicología en lugar de exhibirla; construyen el esqueleto de la obra, del mismo modo que la osamenta invisible es el esqueleto del cuerpo humano. El pintor que realiza nuestro retrato no descubre nuestro esqueleto.

Creo también que la novela así realizada gana en sinceridad. En primer lugar, porque es más verosímil, ya que las personas que vemos actuar en torno nuestro no nos dicen los móviles a los que obedecen.

Luego hay que tener en cuenta que, si bien a fuerza de observar a los hombres podemos determinar su naturaleza con bastante exactitud, a fin de prever su actitud en casi todas las circunstancias, si bien podemos decir con precisión: «Tal hombre, de tal temperamento, hará esto en tal caso», no se sigue de ello que podamos determinar, una a una, todas las secretas evoluciones de un pensamiento, que no es el nuestro, todas las misteriosas solicitaciones de sus instintos, que no son iguales a los nuestros, todas las incitaciones confusas de su naturaleza, cuyos órganos, nervios, sangre y carne son diferentes a los nuestros.

Sea cual sea la inteligencia de un hombre débil, afable, sin pasiones, enamorado tan sólo de la ciencia y el trabajo, nunca se podrá abismar de una manera bastante completa en el alma y el cuerpo de un mozo avispado y exuberante, sensual, violento, agitado por todos los deseos e incluso todos lo vicios, para poder comprender e indicar sus impulsos y sus sensaciones más íntimas aun cuando sí puede prever y relatar perfectamente todos los actos de su vida.

En suma, quien hace psicología pura no puede ponerse en el lugar de todos sus personajes en las diferentes situaciones donde los sitúa, ya que le resulta imposible cambiar sus órganos, que son los únicos intermediarios entre la vida exterior y nosotros, que nos imponen sus percepciones, determinan nuestra sensibilidad y crean en nosotros un alma esencialmente diferente de todo lo que nos rodea. Nuestra visión, nuestro conocimiento del mundo, adquirido mediante la ayuda de los sentidos, nuestras ideas sobre la vida, solamente podemos trasladarlo parcialmente a todos los personajes de los que pretendemos descubrir su ser íntimo y desconocido. Por lo tanto, somos siempre nosotros los que nos mostramos en el cuerpo de un rey, de un asesino, de un ladrón o de un hombre honrado, de una cortesana, de una religiosa, de una joven educada o de una verdulera, ya que estamos obligados a plantearnos el problema de este modo: «Si yo fuera rey, asesino, ladrón, ramera, religiosa, joven educada o verdulera, ¿qué es lo que yo pensaría?, ¿qué es lo que yo haría?, ¿cómo me conduciría?» Por consiguiente, sólo diversificamos a nuestros personajes variándoles la edad, el sexo, la situación social y todas las circunstancias de la vida de nuestro yo, al que la naturaleza ha rodeado de una barrera de órganos infranqueables.

La habilidad consiste en no dejar que el lector reconozca ese yo bajo las máscaras que nos sirven para ocultarlo.

Pero si bien, desde el punto de vista de la absoluta exactitud, es discutible el puro análisis psicológico, puede no obstante proporcionarnos obras de arte tan hermosas como los otros métodos de trabajo.

He aquí actualmente a los simbolistas. ¿Por qué no? Su sueño de artistas es respetable; y lo que es particularmente interesante es que proclaman la extrema dificultad del arte.

En efecto, hay que ser muy loco, muy audaz, muy presumido o muy estúpido para continuar escribiendo hoy en día. Tras tantos maestros de tan variadas naturalezas, de inteligencia múltiple, ¿qué queda por hacer que no se haya hecho y qué queda por decir que no se haya dicho? ¿Quién de nosotros puede vanagloriarse de haber escrito una página, una frase, que no encontremos escrita, casi igual, en otra parte? Cuando leemos, nosotros, que estamos saturados de escritura francesa, que tenemos la impresión de que nuestro cuerpo entero está formado por una masa compuesta por palabras, ¿acertamos con un línea, con un pensamiento que no nos sea familiar y del cual no hayamos tenido, por lo menos, un presentimiento confuso?

El hombre que tan sólo se propone divertir a su público con la ayuda de procedimientos ya conocidos, escribe con seguridad, en el candor de su mediocridad, unas obras destinadas a la muchedumbre ignorante y desocupada, Pero aquellos sobre quienes pesan todos los siglos de la literatura francesa pasada, aquellos a quienes nada satisface, a quienes todo disgusta porque sueñan con algo mejor, a quienes todo les parece ya desflorado, a quienes su obra les da siempre la impresión de un trabajo inútil y común, llegan a juzgar arte literario como algo inaferrable, misterioso, que apenas nos revelan unas páginas de los más famosos maestros.

Veinte versos o vente frases, leídos de corrido, nos conmueven como una revelación sorprendente; pero los versos siguientes se parecen a todos los versos, la prosa que luego sigue se parece a todas las prosas.

Los hombres ingeniosos no sufren, sin duda, estas angustias y estos tormentos, porque llevan consigo una irresistible fuerza creadora. No se juzgan a sí mismos. Los demás, nosotros, que somos simples trabajadores conscientes y tenaces, sólo podemos luchar contra el invencible desaliento mediante la continuidad del esfuerzo. Hay dos hombres que con sus enseñanzas, sencillas y luminosas, me han proporcionado esta fuerza de intentarlo siempre todo: Louis Bouilhet y Gustave Flaubert. Si hablo aquí de ellos y de mí, se debe a que sus consejos, resumidos en pocas líneas, serán quizás útiles a algunos jóvenes menos confiados en sí mismos de los que se suele ser de ordinario cuando se inicia la carrera literaria.

Bouilhet, a quien conocí primero, de una manera algo íntima, unos dos años antes de granjearme la amistad de Flaubert, a fuerza de repetirme que cien versos -o quizá menos- bastan para cimentar la reputación de un artista, si esos versos son irreprochables y contienen la esencia del talento y de la originalidad de un hombre incluso de segundo orden, me hizo comprender que el trabajo continuado y el profundo conocimiento del oficio pueden, un día de lucidez, de orden y de arrebato, mediante la feliz conjunción de un argumento que concuerde bien con todas las tendencias de nuestro espíritu, provocar esta aparición de la obra corta, única y tan perfecta como somos capaces de crearla.

Comprendí que los escritores más conocidos nunca han dejado más de un volumen, y que es preciso, ante todo, tener la suerte de encontrar y descubrir, en medio de la multitud de materias que se presentan a nuestra elección, aquella que absorberá todas nuestras facultades, toda nuestra valía, toda nuestra potencia artística.

Más adelante, Flaubert, a quien veía con frecuencia, me honró con su amistad. Me atreví a someterle algunos ensayos. Los leyó bondadosamente y me respondió: «Ignoro si tendrá usted talento. Lo que me entrega revela cierta inteligencia, pero no olvide usted esto, joven: el talento, en frase de Bufón, es tan sólo una larga paciencia. Trabaje».

Trabajé y volví con frecuencia a su casa, dándome cuenta de que le caía en gracia, ya que me llamaba, sonriendo, su discípulo.

Durante siete años escribí versos, cuentos, novelas e incluso un drama abominable. Nada quedó de todo ello. El maestro lo leía todo; luego, el domingo siguiente, mientras almorzaba, desarrollaba sus críticas e infundía en mí, poco a poco, dos o tres principios que son el resumen de sus largas y pacientes enseñanzas: «Si se posee originalidad -decía-, es preciso destacarla; si no se posee, es preciso adquirirla.» «El talento es una larga paciencia»; se trata de observar todo cuanto se pretende expresar, con tiempo suficiente y suficiente atención para descubrir en ello un aspecto que nadie haya observado ni dicho. En todas las cosas existe algo inexplorado, porque estamos acostumbrados a servirnos de nuestros ojos sólo con el recuerdo de lo que pensaron otros antes que nosotros sobre lo que contemplamos. La menor cosa tiene algo desconocido. Encontrémoslo. Para descubrir un fuego que arde y un árbol en una llanura, permanezcamos frente a ese fuego y a ese árbol hasta que no se parezcan, para nosotros, a ningún otro árbol y a ningún otro fuego.

Esta es la manera de llegar a ser original.

Además, tras haber planteado esa verdad de que en el mundo entero no existen dos granos de arena, de moscas, dos manos o dos narices iguales totalmente, me obligaba a expresar, con unas cuantas frases, un ser o un objeto de forma tal a particularizarlo claramente, a distinguirlo de todos los otros seres o de otros objetos de la misma raza y de la misma especie.

«Cuando pases -me decía- ante un tendero sentado a la puerta de su tienda, ante un portero que fuma su pipa, ante una parada de coches de alquiler, muéstrame a ese tendero y a ese portero, su actitud, toda su apariencia física indicada por medio de la maña de la imagen, toda su naturaleza moral, de manera que no los confunda con ningún otro tendero o ningún otro portero, y hazme ver, mediante una sola palabra, en qué se diferencia un caballo de coche de los otros cincuenta que lo siguen o lo preceden.»

He desarrollado en otro lugar sus ideas sobre el estilo. Guardan mucha relación con la teoría de la observación que acabo de exponer.

Sea lo que queramos decir, existe una sola palabra para expresarlo, un verbo para animarlo y un adjetivo para calificarlo. Por lo tanto, es preciso buscar, hasta descubrirlos, esa palabra, ese verbo y ese adjetivo, y no contentarse nunca con algo aproximado, no recurrir jamás a supercherías, aunque sean afortunadas, a equilibrios lingüísticos para evitar la dificultad.

Se pueden traducir e indicar las cosas más sutiles aplicando este verso de Boileau:

Mostró el poder de una palabra colocada en su lugar.

No es en absoluto necesario recurrir al vocabulario extravagante, complicado, numeroso e ininteligible que se nos impone hoy día, bajo el nombre de escritura artística, para fijar todos los matices del pensamiento; sino que deben distinguirse con extrema lucidez todas las modificaciones del valor de una palabra según el lugar que ocupa. Utilicemos menos nombres, verbos y adjetivos de un sentido casi incomprensible y más frases diferentes, diversamente construidas, ingeniosamente cortadas, repletas de sonoridades y ritmos sabios. Esforcémonos en ser unos excelentes estilistas en lugar de coleccionistas de palabras raras.

En efecto, es más difícil manejar la frase a nuestro antojo, lograr que lo diga todo, incluso aquello que no expresa, llenarla de sobreentendidos, de secretas intenciones no formuladas, que inventar nuevas expresiones o buscar, en lo más profundo de antiguos y desconocidos libros, todas aquellas cuyo uso y significado se ha ido perdiendo y que son, para nosotros, como expresiones muertas.

Por otra parte, la lengua francesa es un agua pura que los escritores amanerados no han logrado ni lograrán jamás enturbiar. Cada siglo ha echado en esa límpida corriente sus modas, sus arcaísmos pretenciosos y sus preciosismos, sin que prevalezca ninguno de esos inútiles intentos, de esos esfuerzos impotentes. La naturaleza propia a esta lengua consiste en ser clara, lógica y nerviosa. No se debe debilitar, oscurecer o corromper.

Los que hoy día construyen imágenes sin prestar atención a los términos abstractos, los que hacen caer el granizo o la lluvia sobre la «limpieza» de los cristales, pueden también lanzar piedras a la sencillez de sus colegas. Acaso los alcancen, porque poseen un cuerpo, pero jamás alcanzarán a la sencillez, porque carece de él."


*Guy de Maupassant (Francia, 1850-1893) estudió Leyes, pero la guerra franco-prusiana lo condujo a abandonar sus estudios y comenzar una carrera como funcionario público. Los consejos de Gustave Flaubert lo convencieron de dedicarse a la literatura. Su estilo es bello y preciso, y refleja preocupación por el detalle, a la vez que una visión pesimista y angustiosa de la vida.

 

05


¿Cómo fue que se le ocurrió empezar a escribir sobre su especialidad y volcar sus conocimientos de forma escrita?

Mi interés por los temas espaciales coincidió casi con el inicio de la Era Espacial. Cursando el secundario, comencé a guardar recortes de los diarios por el año 1959 (tenía entre 14 y 15 años). Con una antigua máquina de escribir comencé a hacer "fichas" de los satélites y consultar las pocas fuentes sobre lanzamientos durante los primeros años de la década del 60. Como había una actividad espacial encubierta (misiones militares) los primeros trabajos escritos durante los años 1966 y 1967 se basaron en ese campo, y se publicaron en la Revista de Aeronáutica y Espacio (hoy Aeroespacio) y la Revista de la Escuela de Guerra Aérea, artículos como "Satélites secretos en el Cosmos" -de Estados Unidos- o "Analizando la serie Cosmos" -de la ex Unión Soviética-. Después de más de 100 colaboraciones escritas, se editó mi primer libro titulado La primera década espacial.

Su diccionario (Diccionario espacial) es muy particular, casi podríamos decir único en lengua española. ¿Cómo se le ocurrió crear una obra tan especial y, a la vez, tan exigente, porque lo obligó a generar conocimiento dispuesto de forma enciclopédica casi sin modelos previos?

El antecedente ha sido el libro Un cuarto de siglo en el espacio ultraterrestre publicado en el 1986, que recopilaba con breves menciones los nombres de los satélites o sus series, la identificación de las misiones que tuvieron en esos 25 años, los satélites militares tanto de Estados Unidos como de la hoy Federación Rusa, y una breve descripción de las bases de lanzamiento, los cohetes que se utilizaron desde ellas, todo con profusas estadísticas.

Transcurriendo el año 1998, comencé a plasmar la idea de crear un diccionario de términos astronáuticos, que fuera exclusivamente sobre la actividad espacial hacia el espacio exterior, teniendo presente que en la inconmensurable Internet había páginas que tenían una gran cantidad de información sobre la actividad astronáutica (en su mayoría en inglés y ruso, con menos frecuencia en francés y checo). O sea, buscaba dar un orden alfabético a mas de 4 mil lanzamientos espaciales, que ubicaron más de 5 mil cargas útiles hacia la órbita de la Tierra o más allá, describiendo los vectores portadores y bases que se utilizaron, a que país pertenecían los satélites, naves tripuladas y sondas espaciales, como así también describir sus misiones principales.

En el caso de los vuelos tripulados por seres humanos, hacer una pequeña biografía "espacial" de los que viajaron hacia la órbita planetaria o la Luna. El comienzo del esbozo del Diccionario fue en ese año, coincidiendo con la iniciación de la construcción en órbita de la ISS (Plataforma Espacial Internacional). Como cada año que pasaba había que agregar nuevos nombres de satélites, cohetes, astronautas, etc., y ello generaba la idea de que nunca se podía finalizar, tuve que aceptar la frase "LO MEJOR ES ENEMIGO DE LO BUENO". En realidad, no me animé a llamarlo "Enciclopedia espacial", pero he tomado conciencia que es mucho mas que un diccionario.

¿Qué libros de la materia le han gustado o considera indispensables para cualquier interesado en el tema?

Los libros, casi inexistentes, publicados antes de la aparición de Internet, estaban en inglés o eran traducciones, pero siempre trataban temas generales como los vuelos tripulados o las sondas espaciales. Los especializados en la materia había que adquirirlos en el exterior, como los Jane´s Space Directory, que como mínimo costaban unos 300 dólares. Considero que lo ideal, actualmente, es usufructuar las páginas web de numerosos sitios, varios de los cuales se indican como fuentes de consulta en mi Diccionario espacial.

¿Qué personajes y qué hechos destaca de la historia espacial?

Los hitos espaciales son muchísimos, ya que en los primeros años de la actividad espacial eran todos descubrimientos, como por ejemplo que la Tierra estaba rodeada de dos bandas radiactivas. Nombres que han quedado en la historia han sido: la perra Laika; Yuri Gagarin, el primer hombre en órbita; Neil Armstrong, primero en pisar la tortuosa superficie lunar. Las tragedias espaciales como el de la Soyuz 1, la Soyuz 11, la destrucción del Challenger a segundos del lanzamiento y la desintegración del Columbia a su regreso. También destaca los aportes diarios y casi imperceptibles de las tecnologías de las telecomunicaciones, la evaluación de los recursos terrestres y de los desarrollo de nuevos materiales en microgravedad como así también el estudio en el ser humano de la factibilidad de un viaje a Marte sin que sean perturbados por la falta de gravedad y bombardeados constantemente por los rayos cósmicos primarios. Finalmente la exploración planetaria, con descensos controlados de sondas y robots en la superficie de la Luna, Marte y Venus, como los vuelos rasantes a los planetas del Sistema Solar.

¿Qué piensa de los OVNIS?

El tema de los OVNIS puede considerarse como naturalmente relacionado con la exploración espacial, ya que la búsqueda de formas de vida en otros planetas del sistema solar o mas allá, daría pie a pensar que así como nosotros queremos ir hacia otros mundos, lo contrario podría estar pasando. En verdad, el tema de los OVNIS siempre me ha fascinado, he leído muchos libros, revistas y guardado recortes de diarios por muchos años de este tema. En lo que a mi respecta, su existencia estaría probada por lo menos por un factor, el de las velocidades alcanzadas dentro de la atmósfera terrestre sin que se destruyeran por el roce con sus átomos. El problema radica en darle una explicación racional para nosotros, los seres humanos. Desde mi punto de vista, la procedencia de lo que se llaman OVNIS se podría centrar en por lo menos tres opciones, todas altamente polémicas y sujetas a discusiones interminables, a saber:

1) son extraterrestres, de esta galaxia o de los miles que hay en el Universo;
2) son de universos paralelos o de otra dimensión; y
3) don del futuro de la humanidad.

Todo un desafío para el atribulado terrestre.

¿Cuáles son sus próximos proyectos editoriales? ¿Tiene pensado un nuevo libro?

Como proyectos, tengo varios. Pero me parece que como contribución a los 50 años de la Era Espacial por cumplirse el 4 de octubre de 2007, tendría que realizar la actualización del libro publicado en abril de 1991, titulado Introducción a las actividades espaciales. Este ha sido un libro muy ameno, donde se detallaban los principales avances y descubrimientos tanto en los campos científicos (astronómicos, geofísicos), como de tecnología aplicada (geodésicos, telecomunicaciones, evaluación de los recursos terrestres) y las misiones militares encubiertas (sistema antisatélite, bombardero orbital, observación electrónica y fotográfica/digital, entre otros). Se continuaba con una descripción de los problemas a superar en las misiones orbitales y se finalizaba con los principales hitos de la exploración lunar y planetaria.

Juan Jorge Cerrutti es profesor de la materia Astronáutica de la ESGA (Escuela Superior de Guerra Aérea) de la Fuerza Aérea Argentina, desde el año 1980. Ha publicado mas de 160 artículos y colaboraciones en revistas especializadas, y tres libros. Interviene en seminarios y simposios latinoamericanos e internacionales. Invitado por la NASA, observó en Cabo Canaveral el primer lanzamiento del STS Columbia.

El Diccionario espacial contiene más de 3000 términos referentes a nombres de los satélites, naves tripuladas, cohetes, bases, países con actividad espacial y astronautas. Diccionario de términos y acrónimos de todos los lanzamientos espaciales desde el 4 de octubre de 1957 al 31 de diciembre de 2004. Se detallan los nombres-código de los satélites militares encubiertos y todos los vuelos tripulados con los nombres de los astronautas/cosmonautas. Ofrece estadísticas por cohetes portadores, bases de lanzamiento, países lanzadores y el listado de los que han conseguido ubicar cargas útiles en el espacio exterior. Este diccionario que es casi una enciclopedia. Su propuesta temática lo convierte en un material único en idioma español. Obtenga aquí capítulos de regalo.


 

05


El...   
    
      5 de octubre de 1948 salió a la luz la primera edición de Adán Buenosayres, del escritor argentino -narrador, dramaturgo, poeta y ensayista- Leopoldo Marechal (1900-1970).

Su suerte, en lo que se refiere a la recepción de esta obra por parte del público y de la crítica, sufrió -como ocurre más de una vez- algunas peripecias. Si bien hoy en día Adán Buenosayres se considera una novela clave en la literatura argentina del siglo XX, en su momento de aparición y por más de una década, el libro fue prácticamente ignorado.  

En los años veinte, Marechal participaba -junto con otros grandes escritores como Jorge Luis Borges y Oliverio Girondo- de los grupos literarios que buscaban renovar el arte en el Buenos Aires de entonces. A su manera, cada uno procuraba introducir en sus textos los nuevos recursos y los nuevos temas de las vanguardias europeas. 

Pero (y si no también diferencias estéticas), algunas elecciones espirituales y políticas lo distanciaron durante los años siguientes de estos compañeros y de varios otros: Marechal se volcó, en las convulsas décadas del treinta y del cuarenta, primero al catolicismo y luego, al peronismo, preferencias ambas en franca decadencia dentro del mercado de valores intelectuales de aquella época. 

Por eso, cuando Adán Buenosayres se publicó a fines de los cuarenta, contó con pocas reseñas y, salvo una -la memorable de Julio Cortázar-, todas negativas. Más tarde, tras la caída de Juan Domingo Perón (en 1955), Marechal pasó al olvido en una suerte de proscripción artística. Recién a mediados de los sesenta, y en gran medida gracias a Primera plana, una revista de enorme peso en la época, que publicó la foto del escritor en la tapa y una nota sobre la publicación de El banquete de Severo Arcángel, su segunda novela (1965)-, los lectores revisitaron y revalorizaron al autor. A partir de entonces, Adán Buenosayres agotó sucesivas ediciones y recibió elogios de escritores de diferentes tendencias, estilos y perspectivas ideológicas, hasta ser hoy parte indiscutible del canon literario argentino, siempre presente, por ejemplo, en programas de la carrera de Letras de diferentes universidades.

En el fragmento seleccionado (de "Cuaderno de tapas azules", parte del Libro VI, que puede tomarse como el corazón de la obra), Marechal relata los primeros descubrimientos del mundo de su personaje principal (del mismo nombre que la novela), al que alimenta con su propia experiencia de vida. Seguirá más tarde con la construcción amorosa de una Solveig celeste a partir de su enamorada terrestre. Pero aquí sólo veremos su momento iniciático: aquel en el que un maestro rural declara a la clase que el joven Adán es un poeta:

"Y me digo ahora que tal vez don Bruno, el maestro rural, no debió sugerir en las clases la noción de las distancias pavorosas que mediaba entre aquellos mundos y nosotros, no calcular los miles de años que tardaría un tren de ferrocarril en llegar a la estrella Betelguese. Porque recuerdo que, al mirar aquellas polvaredas estelares, mi alma caía en el vértigo del abismo, anonadada todo ella por la brutalidad que gravitaba desde lo alto y que la reducía brutalmente a polvo, como en un mortero. Y lagrimeaba yo, tal un niño extraviado en un bosque, sin saber aún que todo aquel enjambre de mundos cabía en la pequeñez de un entendimiento humano, por ser el intelecto una esencia no espacial y hallarse libre de las tres dimensiones del Espacio. Al recordar aquellas lágrimas infantiles, pienso ahora que muchos niños deberán llorar aún en la llanura, bajo el agobio de las noches australes, para que se inauguren dichosas vías de ascensión en el cielo desnudo de la patria.

Poco a poco el viento de angustia que señoreaba en mi ánimo fue concediéndome vastas horas de tregua. Y, poco a poco, triunfando sobre su devastación continua, el mundo de las formas y los colores empezó a revelarme su secreto en la felicidad de una contemplación cuya virtud yo no entendía entonces, pero que me libraba de mí mismo y de mis terrores, levantándome a la dulzura de ciertos climas espirituales no gozados aún. El esplendor de aquellas formas (espigas, caballos, flores) que no sabían morir en la llanura, y que si bien desertaban en cada poniente de la materia volvían a encarnarse con igual hermosura según el ritmo de estaciones exactas, no sólo me ofrecía un simulacro de la estabilidad que yo soñaba, sino que iba despertando en mi ser no sabía yo qué graves resonancias, como si mi entendimiento y las cosas iniciasen ya un diálogo íntimo en el cual hablaban las cosas y mi entendimiento les respondía vagamente. Sólo más tarde comprendí aquel arrebato idioma de la belleza; y supe que mi destino era el de perseguir la hermosura según el movimiento del amor. Entretanto, me aferraba yo a la seguridad y a la delicia en que las formas de las criaturas me conformaban graciosamente; las veía nacer, y mi corazón gozaba en su primavera; la veía morir, y mi corazón entraba en su invierno. Fue así como, durante algunos años, mi infancia pareció girar sobre los mismos polos de la tierra. Gracias a una tía floral (si no fue un ángel hortelano quien plantó el jardín y la huerta de Maipú) tenía yo detrás de la casa un paraíso en miniatura donde árboles bien cuidados redondeaban ese prodigio de los frutos y rendían una sombra bajo la cual prosperaban ejércitos de flores no habituales en la llanura quemada de sol y barrida de vientos. Adán en mi jardín o Robinson en mi isla, deambulaba yo a toda hora en aquel recinto; mi entendimiento discurría y zumbaba en torno de aquella hermosura, queriendo penetrar hasta el nectario inteligible de las cosas, a la manera de un abejorro que persiguiese alguna miel adivinada. Presidía yo el nacimiento de las formas: las miraba crecer hasta lograr un esplendor que salía de madre, que rebalsaba los límites de la materia, que se hacía doloroso en razón de su misma intensidad al fin, como en la nostalgia de no sabía yo qué gusto edénico perdido alguna vez y rescatado quizás en el sabor de aquellas formas que se rompían a fuerza de querer decirme algo. Después llegaba el otoño, y con él un crepúsculo de las mismas formas adorables que yo había visto crecer en el huerto y que el declinar ahora proyectaban sobre mi ánimo la grave dulzura de sus muertes. Y así como la tierra se desvestía, guardaba sus tesoros y parecía reconcentrarse toda ella en el umbral del sueño, así mi corazón iba replegándose también sobre sí mismo, entraba en su invierno, se adormecía para lo exterior y se desvelaba otra vez en el proceso íntimo de sus cavilaciones. Desfilaban los días y las noches invernales; la tormenta gruñía como un perro en el horizonte, se acercaban, retrocedía y cargaba de pronto sobre la llanura, con su escuadrón de nubes y su látigo de viento; caía la lluvia, repicaba en los techos y los vidrios, ponía un cerco de aguas crecientes a la residencia de Maipú, enceguecía las ventanas; y era grato recorrer las alcobas en penumbra, o buscar olores entrañables en las ropas, o leer viejos papeles olvidados, o rememorar gracias antiguas en la flor seca o en la mariposa difunta que yo había guardado entre las páginas de mis libros. Y más tarde llegaba para mi cierta desazón que me conducía prematuramente a un sabroso espionaje de la primavera futura; vigilaba yo los árboles del jardín, medía la profundidad de su sueño, estudiaba su ramaje desnudo en busca de algún brote que despuntase, o de alguna yema que reventara; defraudado en mi anhelo, removía la tierra y exhumaba bulbos de jacinto, para ver si dormían aún o insinuaban ya sus tiernos espolones. ¡Inútil! La gran revelación venía de pronto, alguna mañana, tras una noche de calor y aguacero. Y era de salir a la huerta y quedarse allí como deslumbrado ante una locura de glicinas que resucitaban.

Al mismo tiempo aquellas emociones iban despertando en mi ser un ansia viva de expresión, un deseo incontenible de hablar el mismo lenguaje un ansia viva de expresión, un deseo incontenible de hablar el mismo lenguaje con que me enamoraban las criaturas. Ya en el jardín y huerta de Maipú había comenzado a observar los dos tiempos de la inspiración que se daban en mí ante la hermosura de las cosas; una embriaguez fundida en lágrimas, y el nacimiento de una idea musical que se debatía en mi ser y buscaba su manifestación. Como no dispusiera yo, en mis comienzos, de arte ninguno, me valía de palabras incoherentes o voces en libertad, no por lo que significaban ellas mismas, naturalmente sino por el valor intencional que yo les asignaba según el caso. Así una misma frase, con el solo prestigio de su música y el de mi exaltación, era capaz de traducir las más encontradas emociones de mi espíritu; como aquella de la "la rosa, la pura rosa, la descarnada rosa ", que yo sabía pronunciar en todos los matices de la desolación o el júbilo. Después el arte sucedió al caos, y el orden musical a la incoherencia. Y no voy a numerar ahora las fatigas y desvelos en que me puso el ejercicio del canto. Sólo recordaré que una mañana, leyendo mi composición en clase, don Bruno exclamó, dirigiéndose a los chicuelos: "Adán Buenosayres es un poeta". Y los alumnos me miraron sin entender, y enrojecí de vergüenza, como si me hubiesen desnudado en público. Tenía catorce años."

           
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