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"Fuera
del perro, un libro es probablemente el mejor amigo del
hombre,
y dentro del perro probablemente está demasiado oscuro
para leer."
Groucho Marx (1890-1977) actor,
comediante y escritor estadounidense
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En
este número:
1. Editorial: ¡Ahora también
hojeamos
los
libros digitales!
2. Recomendados del mes y
clásico de regalo
3. Consignas para el foro de opinión:
Debate sobre el Nobel:
¿justicia literaria o justicia geopolítica?
4. Sobre literatura y realismo.
Últimos fragmentos de
Guy de Maupassant
5. Entrevista astronáutica
a Juan Jorge Cerutti,
autor de Diccionario espacial
6. Efeméride bajo la lupa:
vicisitudes en la publicación de Adán Buenosayres
7. Direcciones
8. Suscripciones
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Pocos momentos son tan placenteros como los que nos
permitimos perder en una librería revolviendo
saldos, husmeando novedades, desordenando el sistema
alfabético de los estantes.
Todo es, durante un rato, promesa de libros por
estrenar, de mundos completamente nuevos que se
abren a nosotros para que metamos allí nuestras narices
y los vayamos conquistando minuto a minuto. Cada volumen
nos hace sentir el privilegio -en una engaño que a nadie
molesta- de ser el primer lector o la primera lectora de
esa sucesión de páginas apretadas y sin mácula.
Nosotros lo sabemos y es por eso que desarrollamos en
nuestro sitio de
LibrosEnRed el modo
de presentar un fragmento de cada obra. Así, el lector
(usted) podrá ver de qué se trata el libro, cómo está
escrito, qué temas incluye, cómo fue pensado y armado.
Por ejemplo, ¿quiere leer como empieza
Amores de una mujer-suela?
Ingrese en
este enlace. ¿Quiere
hojear el inquietante primer acercamiento entre el
misterioso
Bartleby y su
narrador? Ingrese
en este otro link.
O tal vez esté buscando manuales, como La hierba
dulce. Historia, usos y cultivo de la Stevia Rebaudiana
Bertoni, y quiera conocer su contenido. Ahora podrá
ver, además de la
descripción del libro,
su
índice. Lo mismo con
otro best-seller de no ficción,
El sueño lúcido. Cómo mejorar su
vida mientras duerme: vea aquí el
listado de sus capítulos.
Así que ¡adelante! Paseen por nuestras páginas,
recorran las colecciones, echen un vistazo dentro de
nuestros libros: habrá cada vez más fragmentos
esperándolos.
Los autores de LibrosEnRed que deseen enviar fragmentos de su libro
o el índice,
pueden escribir a nuestro
formulario de mensajes.
El Acertijo de este mes:
En el Prólogo de una famosa novela su autor o
autora se refiere a la situación que le dio origen a la
historia:
"Pasé el verano de 1816 en los alrededores de Ginebra.
La temporada era fría y lluviosa, y por las noches nos
agrupábamos en torno a la chimenea. Ocasionalmente nos
divertíamos con historias alemanas de fantasmas, que
casualmente caían en nuestras manos. Aquellas
narraciones despertaron en nosotros un deseo juguetón de
emularlos. Otros dos amigos (cualquier relato de la
pluma de uno de ellos resultaría bastante más grato para
el lector que nada de lo que yo jamás pueda aspirar a
crear) y o nos comprometimos a escribir un cuento cada
uno, basado en algún acontecimiento sobrenatural.
Sin embargo, el tiempo de repente mejoró, y mis dos
amigos partieron de viaje hacia los Alpes donde
olvidaron, en aquellos magníficos parajes, cualquier
recuerdo de sus espectrales visiones. El relato que
sigue es el único que se terminó."
¿Qué relato es este? ¿Quién lo escribió?
Y, más todavía, ¿qué otra "espectral visión" quedó -por
un tiempo- olvidada?
El lunes 6 de noviembre le
daremos una nueva pista,
en esta página.
Participe por dos libros digitales.
Recuerde que si se anima a ensayar una respuesta debe
escribirnos a
nuestro formulario de mensajes.
Hasta el mes que viene,
Editorial
LibrosEnRed
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Cuando me encontré conmigo
Josefina Bustos
Psicología, Psiquiatría y
Psicoanálisis
"Si te encuentras contigo, todo lo que necesitas para
vivir en armonía, estará. La psiquis funciona como un
aparato, y si lo conoces todo de su funcionamiento, tú
controlarás tu pensamiento y no él a ti."
La psicóloga
Josefina Bustos presenta
aquí de un modo sencillo y práctico las respuestas a todos
los interrogantes que nos planteamos inconscientemente y
nos cuesta tanto responder. ¿Por qué son importantes
las palabras? ¿Por qué no se las lleva el viento y nos
afecta tanto lo que dicen? ¿Por qué discutimos si
percibimos lo mismo? ¿Por qué mi psiquis no es igual a
la de otros? ¿Cómo funciona el aparato psíquico?
¿Por qué repetimos siempre los mismos errores? ¿Por
qué me afectan tanto mis padres? ¿Por qué no puedo
decir que no? ¿Por qué me siento culpable?
Con esta lectura, nos resultará sencillo aprender a
escuchar y discernir los actos fallidos, cuándo obramos
consciente o inconscientemente, y cuáles son los
mecanismos defensivos que utilizamos para no hacernos
cargo de nuestra vida y colocarnos en papel de víctimas.
También nos permite comprender la conexión que existe
entre el mundo, la psiquis, lo físico, lo emocional y
espiritual, ya que utilizando armónicamente ambos
hemisferios, lograremos armonía en nuestra vida.
Cuando me encontré conmigo
nos induce a la toma de conciencia de que somos
responsables en un ciento por ciento de lo que nos ocurre,
ya que somos lo que pensamos. Dice su autora: "Me
enseñaron que debía aprender a conformarme con lo que la
vida me daba para poder ser feliz, y paradójicamente, me
inculcaron que no sea conformista. De eso se trata este
libro, de descubrir las utopías que nos grabaron y
programaron psíquicamente, respecto de cómo deberíamos
ser, para aprender a conocer quiénes realmente somos. Si
yo controlo mi pensamiento, y no él a mí, nada externo
puede lastimarme".
Ver un fragmento de
este libro.
Estrategias del NCLEX-RN
Lucy Consiglieri
Educación
Este libro lo capacitará para responder todas las
preguntas del examen de licenciatura o reválida de
enfermería vigente en los Estados Unidos. Estrategias
del NCLEX-RN le enseña lo que usted necesita saber para
poder aprobar el examen de enfermería estadounidense.
Los principios y estrategias enseñadas en el libro han
ayudado a miles de estudiantes a aprobar el examen y a
poder trabajar en Estados unidos. La autora utiliza un
lenguaje sencillo, fácil de comprender, y presenta
explicaciones aplicables de estrategias y principios. Un
libro valioso que lo ayudará a través de toda su
carrera.
Lucy Consiglieri
es una profesional de
enfermería con más de 25 años de experiencia clínica en
los Estados Unidos, en áreas de Medicina y Cirugía,
Cuidado de intensivo, Cirugía de corazón abierto,
Emergencia, Telemetría, Sala de recuperación, Visita al
hogar, Educación y Administración. Recibió su
Bachillerato en Ciencias de Enfermería en la Universidad
de Puerto Rico en 1977. Desarrolló y ofreció cursos de
repaso para el NCLEX-RN. Actualmente, sirve de mentor y
ofrece tutorías sobre este tipo de estrategias y estudia
el grado de Maestría en Estados Unidos.
Ver un fragmento de
este manual.
Homo Politikos. Las reflexiones de
John Doe
JD Roman
Ciencias políticas
Reflexiones laterales e irónicas sobre PolítiKa.
También incluye aforismos todo terreno para el Polítiko
moderno. (Todo buen PolítiKo que se precie debe usar
aforismos, de esos que anteponen la forma al fondo.)
John Doe comenta aquí las estrategias clásicas de
la política, introducidas en sus respectivas épocas por
Clausewitz o Tsun-Tsu y añade una modalidad nueva, la de
"dilución", que será objeto de un más amplio desarrollo
en el futuro. También introduce brevemente el concepto
de KomuniKación (léase "comunicación desvirtuada").
Ver
un fragmento de
esta obra.
El clásico de regalo
Otra apasionante obra de
Agatha Christie, la "reina del misterio".
Esta vez,
Las manzanas.
Ariadne Oliver está de visita en casa de su amiga Judith
Butler. Todo es actividad en la mansión, pues se prepara
una fiesta infantil y hay que organizar diversos juegos.
Pero mientras transcurren los preparativos, Joyce, una
jovencita, afirma haber presenciado un asesinato. Nadie
cree en lo que dice por su fama de mentirosa, hasta que
no queda otro remedio.
Colección:
Novela Policial
¿Usted
también escribe? Poesía, ensayo, novelas...
Sea parte de nuestro catálogo.
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propuestas de edición.
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FORO DE OPINIÓN
Hace un par de semanas, la
edición 2006 del Premio Nobel de Literatura se entregó al
escritor turco Orhan
Pamuk. Nacido en Estambul en 1952, ha publicado los
libros El libro negro, El astrólogo y el sultán,
La vida nueva, Me llamo Rojo y Nieve,
entre otros. La Academia Sueca ha distinguido al escritor porque "en
su búsqueda del alma melancólica de su ciudad natal ha
descubierto nuevos símbolos para la cohesión y el
entrelazamiento de culturas".
Tenemos ya a Sully Prudhomme (en 1901), Henryk Sienkiewicz (en 1905),
Giosué Carducei (en 1906). Y también Rudyard
Kipling (1907), Samuel Beckett (1969), Luigi Pirandello (1934),
Winston Churchill (1953), Ernest Hemingway
(1954) y Albert Camus (1957). No faltaron tampoco, en
lengua española, Juan Ramón Jiménez (1956), Vicente Aleixandre
(1977), Gabriel García Márquez (1982), Camilo José
Cela (1989) y Octavio Paz (1990).
¿Qué tienen en común estos autores, tan ignotos unos como
célebres y celebrados otros? Que, en algún momento de
sus vidas y de sus trayectorias, recibieron también este
premio.
Se suele lamentar que
Borges, Virginia Woolf,
Kafka,
Tolstoi y Proust (entre otros ausentes más) no hayan
recibido nunca el Nobel. Que el eterno candidato Mario
Vargas Llosa esté condenado a quedar en ese estado. Que,
en cambio, muchos de quienes ocuparon sus lugares hayan sido
justamente olvidados en la historia literaria. ¿Justicia
geopolítica (en vez de literaria, como denunciaba
Borges)? ¿Arbitrariedad? ¿Decisión bien
intencionada, pero humana y por lo tanto falible? ¿Qué
cree usted de las entregas de Premio Nobel, qué motiva estas
elecciones?
Lo invitamos a opinar en nuestro
Foro de opinión
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4.
Sobre literatura y crítica literaria. Fragmentos de
Guy de Maupassant* |
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"Por otra parte, ¡qué pueril es creer en la realidad, ya que
llevamos cada cual la nuestra en nuestro pensamiento y en
nuestros órganos! Nuestros ojos, nuestros oídos, nuestro
olfato, nuestro gusto, diferentes, crean tantas verdades como
hombres hay en la tierra. Y nuestras mentes, que reciben
las instrucciones desde esos órganos, impresionados de una
manera diversa, comprenden, analizan y juzgan como si cada uno
de nosotros perteneciera a otra raza.
Por lo tanto, cada uno de nosotros se forja sencillamente una
ilusión del mundo, ilusión poética, sentimental, gozosa,
melancólica, impura o lúgubre, según la naturaleza. Y la
misión del escritor no es otra sino reproducir con fidelidad
esta ilusión mediante todos los procedimientos del arte que
haya aprendido y de que pueda disponer.
¡Ilusión de lo bello, que es una convención humana! ¡Ilusión
de lo feo, que es una opinión variable! ¡Ilusión de lo
verdadero, jamás invariable! ¡Ilusión de lo innoble, que atrae
a tantos seres! Los grandes artistas son aquellos que imponen
a la humanidad su ilusión particular.
No nos enojemos, pues, contra ninguna teoría, puesto que cada
una de ellas es, simplemente, la expresión generalizada de un
temperamento que se analiza.
Están dos, sobre todo, que se han discutido con frecuencia,
oponiendo la una a la otra en lugar de admitir ambas: la de la
novela de análisis puro y la de la novela objetiva. Los
partidarios del análisis instan al escritor para que se
dedique a indicarles las menores evoluciones de un carácter y
los más secretos móviles que determinan nuestras acciones,
concediendo al hecho en sí una importancia tan sólo
secundaria. Es el punto de llegada, un simple hito, el
pretexto de la novela. Según ellos, habría que escribir, por
tanto, esas obras precisas y soñadas en las cuales la
imaginación se funde con la observación, del mismo modo que un
filósofo compone un libro de psicología; exponer las causas
tomándolas en sus más lejanos orígenes, explicar todos los
porqués de todos los deseos y discernir todas la reacciones
del alma actuando bajo el impulso de los intereses, de las
pasiones o de los instintos.
Los partidarios de la objetividad (¡desafortunada
palabra!), al pretender, en cambio, proporcionarnos la
representación exacta de lo que ocurre en la vida, evitan
cuidadosamente toda explicación complicada, toda disertación
sobre los motivos, y se limitan a presentar ante nuestros ojos
los personajes y los acontecimientos.
Opinan que la psicología debe estar oculta en el libro como lo
está en realidad bajo los hechos de la existencia.
La novela, concebida de este modo, adquiere interés,
movimiento en el relato, color, vida bulliciosa.
Por tanto, en lugar de explicar extensamente el estado del
espíritu de un personaje, los escritores objetivos buscan la
acción o el gesto por medio del cual ese estado de ánimo
coloca a ese hombre en una situación determinada. Y hacen que
se comporte de tal modo, desde el principio al final del
libro, que todos sus actos, todos su movimientos, sean el
reflejo de su naturaleza íntima, de todos sus pensamientos, de
todos sus deseos, de todos sus titubeos. Por lo tanto,
ocultan la psicología en lugar de exhibirla; construyen el
esqueleto de la obra, del mismo modo que la osamenta invisible
es el esqueleto del cuerpo humano. El pintor que realiza
nuestro retrato no descubre nuestro esqueleto.
Creo también que la novela así realizada gana en sinceridad.
En primer lugar, porque es más verosímil, ya que las personas
que vemos actuar en torno nuestro no nos dicen los móviles
a los que obedecen.
Luego hay que tener en cuenta que, si bien a fuerza de
observar a los hombres podemos determinar su naturaleza con
bastante exactitud, a fin de prever su actitud en casi todas
las circunstancias, si bien podemos decir con precisión: «Tal
hombre, de tal temperamento, hará esto en tal caso», no se
sigue de ello que podamos determinar, una a una, todas las
secretas evoluciones de un pensamiento, que no es el nuestro,
todas las misteriosas solicitaciones de sus instintos, que no
son iguales a los nuestros, todas las incitaciones confusas de
su naturaleza, cuyos órganos, nervios, sangre y carne son
diferentes a los nuestros.
Sea cual sea la inteligencia de un hombre débil, afable, sin
pasiones, enamorado tan sólo de la ciencia y el trabajo, nunca
se podrá abismar de una manera bastante completa en el alma y
el cuerpo de un mozo avispado y exuberante, sensual, violento,
agitado por todos los deseos e incluso todos lo vicios, para
poder comprender e indicar sus impulsos y sus sensaciones más
íntimas aun cuando sí puede prever y relatar perfectamente
todos los actos de su vida.
En suma, quien hace psicología pura no puede ponerse en el
lugar de todos sus personajes en las diferentes situaciones
donde los sitúa, ya que le resulta imposible cambiar sus
órganos, que son los únicos intermediarios entre la vida
exterior y nosotros, que nos imponen sus percepciones,
determinan nuestra sensibilidad y crean en nosotros un alma
esencialmente diferente de todo lo que nos rodea. Nuestra
visión, nuestro conocimiento del mundo, adquirido mediante la
ayuda de los sentidos, nuestras ideas sobre la vida, solamente
podemos trasladarlo parcialmente a todos los personajes de los
que pretendemos descubrir su ser íntimo y desconocido. Por lo
tanto, somos siempre nosotros los que nos mostramos en el
cuerpo de un rey, de un asesino, de un ladrón o de un hombre
honrado, de una cortesana, de una religiosa, de una joven
educada o de una verdulera, ya que estamos obligados a
plantearnos el problema de este modo: «Si yo fuera rey,
asesino, ladrón, ramera, religiosa, joven educada o verdulera,
¿qué es lo que yo pensaría?, ¿qué es lo que yo haría?, ¿cómo
me conduciría?» Por consiguiente, sólo diversificamos a
nuestros personajes variándoles la edad, el sexo, la situación
social y todas las circunstancias de la vida de nuestro yo, al
que la naturaleza ha rodeado de una barrera de órganos
infranqueables.
La habilidad consiste en no dejar que el lector reconozca ese
yo bajo las máscaras que nos sirven para ocultarlo.
Pero si bien, desde el punto de vista de la absoluta
exactitud, es discutible el puro análisis psicológico, puede
no obstante proporcionarnos obras de arte tan hermosas como
los otros métodos de trabajo.
He aquí actualmente a los simbolistas. ¿Por qué no? Su sueño
de artistas es respetable; y lo que es particularmente
interesante es que proclaman la extrema dificultad del arte.
En efecto, hay que ser muy loco, muy audaz, muy presumido o
muy estúpido para continuar escribiendo hoy en día. Tras
tantos maestros de tan variadas naturalezas, de inteligencia
múltiple, ¿qué queda por hacer que no se haya hecho y qué
queda por decir que no se haya dicho? ¿Quién de nosotros puede
vanagloriarse de haber escrito una página, una frase, que no
encontremos escrita, casi igual, en otra parte? Cuando leemos,
nosotros, que estamos saturados de escritura francesa, que
tenemos la impresión de que nuestro cuerpo entero está formado
por una masa compuesta por palabras, ¿acertamos con un línea,
con un pensamiento que no nos sea familiar y del cual no
hayamos tenido, por lo menos, un presentimiento confuso?
El hombre que tan sólo se propone divertir a su público con la
ayuda de procedimientos ya conocidos, escribe con seguridad,
en el candor de su mediocridad, unas obras destinadas a la
muchedumbre ignorante y desocupada, Pero aquellos sobre
quienes pesan todos los siglos de la literatura francesa
pasada, aquellos a quienes nada satisface, a quienes todo
disgusta porque sueñan con algo mejor, a quienes todo les
parece ya desflorado, a quienes su obra les da siempre la
impresión de un trabajo inútil y común, llegan a juzgar arte
literario como algo inaferrable, misterioso, que apenas nos
revelan unas páginas de los más famosos maestros.
Veinte versos o vente frases, leídos de corrido, nos conmueven
como una revelación sorprendente; pero los versos siguientes
se parecen a todos los versos, la prosa que luego sigue se
parece a todas las prosas.
Los hombres ingeniosos no sufren, sin duda, estas
angustias y estos tormentos, porque llevan consigo una
irresistible fuerza creadora. No se juzgan a sí mismos. Los
demás, nosotros, que somos simples trabajadores conscientes y
tenaces, sólo podemos luchar contra el invencible desaliento
mediante la continuidad del esfuerzo. Hay dos hombres que con
sus enseñanzas, sencillas y luminosas, me han proporcionado
esta fuerza de intentarlo siempre todo: Louis Bouilhet
y
Gustave Flaubert. Si
hablo aquí de ellos y de mí, se debe a que sus consejos,
resumidos en pocas líneas, serán quizás útiles a algunos
jóvenes menos confiados en sí mismos de los que se suele ser
de ordinario cuando se inicia la carrera literaria.
Bouilhet, a quien conocí primero, de una manera algo íntima,
unos dos años antes de granjearme la amistad de Flaubert, a
fuerza de repetirme que cien versos -o quizá menos- bastan
para cimentar la reputación de un artista, si esos versos son
irreprochables y contienen la esencia del talento y de la
originalidad de un hombre incluso de segundo orden, me hizo
comprender que el trabajo continuado y el profundo
conocimiento del oficio pueden, un día de lucidez, de orden y
de arrebato, mediante la feliz conjunción de un argumento que
concuerde bien con todas las tendencias de nuestro espíritu,
provocar esta aparición de la obra corta, única y tan perfecta
como somos capaces de crearla.
Comprendí que los escritores más conocidos nunca han dejado
más de un volumen, y que es preciso, ante todo, tener la
suerte de encontrar y descubrir, en medio de la multitud de
materias que se presentan a nuestra elección, aquella que
absorberá todas nuestras facultades, toda nuestra valía, toda
nuestra potencia artística.
Más adelante, Flaubert, a quien veía con frecuencia,
me honró con su amistad. Me atreví a someterle algunos
ensayos. Los leyó bondadosamente y me respondió: «Ignoro si
tendrá usted talento. Lo que me entrega revela cierta
inteligencia, pero no olvide usted esto, joven: el talento,
en frase de Bufón, es tan sólo una larga paciencia. Trabaje».
Trabajé y volví con frecuencia a su casa, dándome cuenta de
que le caía en gracia, ya que me llamaba, sonriendo, su
discípulo.
Durante siete años escribí versos, cuentos, novelas e incluso
un drama abominable. Nada quedó de todo ello. El maestro lo
leía todo; luego, el domingo siguiente, mientras almorzaba,
desarrollaba sus críticas e infundía en mí, poco a poco, dos o
tres principios que son el resumen de sus largas y pacientes
enseñanzas: «Si se posee originalidad -decía-, es preciso
destacarla; si no se posee, es preciso adquirirla.» «El
talento es una larga paciencia»; se trata de observar todo
cuanto se pretende expresar, con tiempo suficiente y
suficiente atención para descubrir en ello un aspecto que
nadie haya observado ni dicho. En todas las cosas existe algo
inexplorado, porque estamos acostumbrados a servirnos de
nuestros ojos sólo con el recuerdo de lo que pensaron otros
antes que nosotros sobre lo que contemplamos. La menor cosa
tiene algo desconocido. Encontrémoslo. Para descubrir un fuego
que arde y un árbol en una llanura, permanezcamos frente a ese
fuego y a ese árbol hasta que no se parezcan, para nosotros, a
ningún otro árbol y a ningún otro fuego.
Esta es la manera de llegar a ser original.
Además, tras haber planteado esa verdad de que en el mundo
entero no existen dos granos de arena, de moscas, dos manos o
dos narices iguales totalmente, me obligaba a expresar, con
unas cuantas frases, un ser o un objeto de forma tal a
particularizarlo claramente, a distinguirlo de todos los otros
seres o de otros objetos de la misma raza y de la misma
especie.
«Cuando pases -me decía- ante un tendero sentado a la puerta
de su tienda, ante un portero que fuma su pipa, ante una
parada de coches de alquiler, muéstrame a ese tendero y a ese
portero, su actitud, toda su apariencia física indicada por
medio de la maña de la imagen, toda su naturaleza moral, de
manera que no los confunda con ningún otro tendero o ningún
otro portero, y hazme ver, mediante una sola palabra, en qué
se diferencia un caballo de coche de los otros cincuenta que
lo siguen o lo preceden.»
He desarrollado en otro lugar sus ideas sobre el estilo.
Guardan mucha relación con la teoría de la observación que
acabo de exponer.
Sea lo que queramos decir, existe una sola palabra para
expresarlo, un verbo para animarlo y un adjetivo para
calificarlo. Por lo tanto, es preciso buscar, hasta
descubrirlos, esa palabra, ese verbo y ese adjetivo, y no
contentarse nunca con algo aproximado, no recurrir jamás a
supercherías, aunque sean afortunadas, a equilibrios
lingüísticos para evitar la dificultad.
Se pueden traducir e indicar las cosas más sutiles aplicando
este verso de Boileau:
Mostró el poder de una palabra colocada en su lugar.
No es en absoluto necesario recurrir al vocabulario
extravagante, complicado, numeroso e ininteligible que se nos
impone hoy día, bajo el nombre de escritura artística, para
fijar todos los matices del pensamiento; sino que deben
distinguirse con extrema lucidez todas las modificaciones del
valor de una palabra según el lugar que ocupa. Utilicemos
menos nombres, verbos y adjetivos de un sentido casi
incomprensible y más frases diferentes, diversamente
construidas, ingeniosamente cortadas, repletas de sonoridades
y ritmos sabios. Esforcémonos en ser unos excelentes
estilistas en lugar de coleccionistas de palabras raras.
En efecto, es más difícil manejar la frase a nuestro antojo,
lograr que lo diga todo, incluso aquello que no expresa,
llenarla de sobreentendidos, de secretas intenciones no
formuladas, que inventar nuevas expresiones o buscar, en lo
más profundo de antiguos y desconocidos libros, todas aquellas
cuyo uso y significado se ha ido perdiendo y que son, para
nosotros, como expresiones muertas.
Por otra parte, la lengua francesa es un agua pura que los
escritores amanerados no han logrado ni lograrán jamás
enturbiar. Cada siglo ha echado en esa límpida corriente sus
modas, sus arcaísmos pretenciosos y sus preciosismos, sin que
prevalezca ninguno de esos inútiles intentos, de esos
esfuerzos impotentes. La naturaleza propia a esta lengua
consiste en ser clara, lógica y nerviosa. No se debe
debilitar, oscurecer o corromper.
Los que hoy día construyen imágenes sin prestar atención a los
términos abstractos, los que hacen caer el granizo o la lluvia
sobre la «limpieza» de los cristales, pueden también lanzar
piedras a la sencillez de sus colegas. Acaso los alcancen,
porque poseen un cuerpo, pero jamás alcanzarán a la sencillez,
porque carece de él."
*Guy
de Maupassant (Francia, 1850-1893) estudió
Leyes, pero la guerra franco-prusiana lo condujo a abandonar
sus estudios y comenzar una carrera como funcionario público.
Los consejos de
Gustave Flaubert lo
convencieron de dedicarse a la literatura. Su estilo es bello
y preciso, y refleja preocupación por el detalle, a la vez que
una visión pesimista y angustiosa de la vida.
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¿Cómo fue que se le ocurrió empezar a escribir sobre su
especialidad y volcar sus conocimientos de forma escrita?
Mi interés por los temas espaciales coincidió casi con el
inicio de la Era Espacial. Cursando el secundario, comencé a
guardar recortes de los diarios por el año 1959 (tenía entre
14 y 15 años). Con una antigua máquina de escribir comencé a
hacer "fichas" de los satélites y consultar las pocas fuentes
sobre lanzamientos durante los primeros años de la década del
60. Como había una actividad espacial encubierta (misiones
militares) los primeros trabajos escritos durante los años
1966 y 1967 se basaron en ese campo, y se publicaron en la Revista de Aeronáutica y Espacio
(hoy Aeroespacio) y la
Revista de la Escuela de Guerra Aérea, artículos como
"Satélites secretos en el Cosmos" -de Estados Unidos- o
"Analizando la serie Cosmos" -de la ex Unión Soviética-. Después
de más de 100 colaboraciones escritas, se editó mi primer
libro titulado La primera década espacial.
Su diccionario (Diccionario
espacial) es muy particular, casi podríamos decir
único en lengua española. ¿Cómo se le ocurrió crear una obra
tan especial y, a la vez, tan exigente, porque lo obligó a
generar conocimiento dispuesto de forma enciclopédica casi sin
modelos previos?
El antecedente ha sido el libro Un cuarto de siglo en el
espacio ultraterrestre publicado en el 1986, que
recopilaba con breves menciones los nombres de los satélites o
sus series, la identificación de las misiones que tuvieron en
esos 25 años, los satélites militares tanto de Estados Unidos
como de la hoy Federación Rusa, y una breve descripción de
las bases de lanzamiento, los cohetes que se utilizaron desde
ellas, todo con profusas estadísticas.
Transcurriendo el año
1998, comencé a plasmar la idea de crear un diccionario de
términos astronáuticos, que fuera exclusivamente sobre la
actividad espacial hacia el espacio exterior,
teniendo presente que en la inconmensurable Internet había
páginas que tenían una gran cantidad de información sobre la
actividad astronáutica (en su mayoría en inglés y ruso, con
menos frecuencia en francés y checo). O sea, buscaba dar un orden
alfabético a mas de 4 mil lanzamientos espaciales, que
ubicaron más de 5 mil cargas útiles hacia la órbita de la
Tierra o más allá, describiendo los vectores portadores y
bases que se utilizaron, a que país pertenecían los satélites,
naves tripuladas y sondas espaciales, como así también
describir sus misiones principales.
En el caso
de los vuelos tripulados por seres humanos, hacer una pequeña
biografía "espacial" de los que viajaron hacia la órbita
planetaria o la Luna. El comienzo del esbozo del Diccionario
fue en ese año, coincidiendo con la iniciación
de la construcción en órbita de la ISS (Plataforma Espacial
Internacional). Como cada año que pasaba había que agregar
nuevos nombres de satélites, cohetes, astronautas, etc., y
ello generaba la idea de que nunca se podía finalizar, tuve
que aceptar la frase "LO MEJOR ES ENEMIGO DE LO BUENO". En
realidad, no me animé a llamarlo "Enciclopedia espacial", pero he
tomado conciencia que es mucho mas que un diccionario.
¿Qué libros de la materia le han gustado o considera
indispensables para cualquier interesado en el tema?
Los libros, casi inexistentes, publicados antes de la
aparición de Internet, estaban en inglés o eran traducciones,
pero siempre trataban temas generales como los vuelos
tripulados o las sondas espaciales. Los especializados en la
materia había que adquirirlos en el exterior, como los Jane´s
Space Directory, que como mínimo costaban unos 300 dólares. Considero que lo ideal, actualmente, es
usufructuar las páginas web de numerosos sitios, varios de los
cuales se indican como fuentes de consulta en mi
Diccionario
espacial.
¿Qué personajes y qué hechos destaca de la historia
espacial?
Los hitos espaciales son muchísimos, ya que en los primeros
años de la actividad espacial eran todos descubrimientos, como
por ejemplo que la Tierra estaba rodeada de dos bandas
radiactivas. Nombres que han quedado en la historia han sido:
la perra Laika; Yuri Gagarin, el primer hombre en órbita;
Neil
Armstrong, primero en pisar la tortuosa superficie lunar. Las
tragedias espaciales como el de la Soyuz 1, la Soyuz 11, la
destrucción del Challenger a segundos del lanzamiento y la
desintegración del Columbia a su regreso. También destaca los aportes diarios
y casi imperceptibles de las tecnologías de las
telecomunicaciones, la evaluación de los recursos terrestres y
de los desarrollo de nuevos materiales en microgravedad como
así también el estudio en el ser humano de la factibilidad de
un viaje a Marte sin que sean perturbados por la falta de
gravedad y bombardeados constantemente por los rayos cósmicos
primarios. Finalmente la exploración planetaria, con descensos
controlados de sondas y robots en la superficie de la Luna,
Marte y Venus, como los vuelos rasantes a los planetas del
Sistema Solar.
¿Qué piensa de los OVNIS?
El tema de los OVNIS puede considerarse como naturalmente
relacionado con la exploración espacial, ya que la búsqueda de
formas de vida en otros planetas del sistema solar o mas allá,
daría pie a pensar que así como nosotros queremos ir hacia
otros mundos, lo contrario podría estar pasando. En verdad, el
tema de los OVNIS siempre me ha fascinado, he leído muchos
libros, revistas y guardado recortes de diarios por muchos
años de este tema. En lo que a mi respecta, su existencia
estaría probada por lo menos por un factor,
el de las velocidades alcanzadas dentro de la atmósfera
terrestre sin que se destruyeran por el roce con sus átomos. El problema radica en darle una explicación racional
para nosotros, los seres humanos. Desde mi punto de vista, la
procedencia de lo que se llaman OVNIS se podría centrar en por lo menos
tres opciones, todas altamente polémicas y sujetas a
discusiones interminables, a saber:
1) son extraterrestres, de
esta galaxia o de los miles que hay en el Universo;
2) son de
universos paralelos o de otra dimensión; y
3) don del futuro de la humanidad.
Todo un desafío
para el atribulado terrestre.
¿Cuáles son sus próximos proyectos editoriales? ¿Tiene
pensado un nuevo libro?
Como proyectos, tengo varios. Pero me parece que
como contribución a los 50 años de la Era Espacial por cumplirse
el 4 de octubre de 2007, tendría que realizar la actualización
del libro publicado en abril de 1991, titulado
Introducción a las actividades espaciales. Este ha sido un libro muy ameno,
donde se detallaban los principales avances y descubrimientos
tanto en los campos científicos (astronómicos, geofísicos),
como de tecnología aplicada (geodésicos, telecomunicaciones,
evaluación de los recursos terrestres) y las misiones
militares encubiertas (sistema antisatélite, bombardero
orbital, observación electrónica y fotográfica/digital, entre
otros). Se continuaba con una descripción de los problemas a
superar en las misiones orbitales y se finalizaba con los
principales hitos de la exploración lunar y planetaria.
Juan Jorge Cerrutti es
profesor de la materia Astronáutica de la ESGA (Escuela
Superior de Guerra Aérea) de la Fuerza Aérea Argentina, desde
el año 1980. Ha publicado mas de 160 artículos y
colaboraciones en revistas especializadas, y tres libros.
Interviene en seminarios y simposios latinoamericanos e
internacionales. Invitado por la NASA, observó en Cabo
Canaveral el primer lanzamiento del STS Columbia.
El
Diccionario espacial contiene
más de 3000 términos referentes a nombres de los satélites,
naves tripuladas, cohetes, bases, países con actividad
espacial y astronautas. Diccionario de términos y acrónimos de
todos los lanzamientos espaciales desde el 4 de octubre de
1957 al 31 de diciembre de 2004. Se detallan los
nombres-código de los satélites militares encubiertos y todos
los vuelos tripulados con los nombres de los
astronautas/cosmonautas. Ofrece estadísticas por cohetes
portadores, bases de lanzamiento, países lanzadores y el
listado de los que han conseguido ubicar cargas útiles en el
espacio exterior. Este diccionario que es casi una
enciclopedia. Su propuesta temática lo convierte en un
material único en idioma español. Obtenga
aquí capítulos de regalo.
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El...
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5 de octubre de 1948 salió a la luz la primera
edición de Adán Buenosayres, del escritor argentino
-narrador, dramaturgo, poeta y ensayista- Leopoldo
Marechal (1900-1970).
Su suerte, en
lo que se refiere a la recepción de esta obra por parte
del público y de la crítica, sufrió -como
ocurre más de una vez- algunas peripecias. Si bien hoy en
día Adán Buenosayres se considera una novela clave
en la literatura argentina del siglo XX, en su momento de
aparición y por más de una década, el libro fue
prácticamente ignorado.
En los años
veinte, Marechal participaba -junto con otros grandes
escritores como Jorge Luis Borges y Oliverio Girondo-
de los grupos literarios que buscaban renovar el arte en
el Buenos Aires de entonces. A su manera, cada uno
procuraba introducir en sus textos los nuevos recursos y
los nuevos temas de las vanguardias europeas.
Pero (y si no
también diferencias estéticas), algunas elecciones
espirituales y políticas lo distanciaron durante los años
siguientes de estos compañeros y de varios otros: Marechal
se volcó, en las convulsas décadas del treinta y del
cuarenta, primero al catolicismo y luego, al peronismo,
preferencias ambas en franca decadencia dentro del mercado
de valores intelectuales de aquella época.
Por eso, cuando Adán Buenosayres se publicó a fines
de los cuarenta, contó con pocas reseñas y, salvo una -la
memorable de Julio Cortázar-, todas negativas. Más
tarde, tras la caída de Juan Domingo Perón (en
1955), Marechal pasó al olvido en una suerte de proscripción
artística. Recién a
mediados de los sesenta, y en gran medida gracias a
Primera plana, una revista de enorme peso en la época, que publicó la foto del escritor en la
tapa y una nota sobre la publicación de El banquete de
Severo Arcángel, su segunda novela (1965)-, los
lectores revisitaron y revalorizaron al autor. A partir de
entonces, Adán Buenosayres agotó
sucesivas ediciones y recibió elogios de escritores de
diferentes tendencias, estilos y perspectivas ideológicas,
hasta ser hoy parte indiscutible del canon literario
argentino, siempre presente, por ejemplo, en programas de
la carrera de Letras de diferentes universidades.
En el fragmento seleccionado (de "Cuaderno de tapas
azules", parte del Libro VI, que puede tomarse
como el corazón de la obra), Marechal relata los primeros descubrimientos del mundo de
su personaje principal (del mismo nombre que la novela), al que alimenta con su propia
experiencia de vida. Seguirá más tarde con la construcción
amorosa de una Solveig celeste a partir de su
enamorada terrestre. Pero aquí sólo veremos su momento iniciático:
aquel en el que un maestro rural declara a la clase que el
joven Adán es un poeta:
"Y me digo ahora
que tal vez don Bruno, el maestro rural, no debió sugerir
en las clases la noción de las distancias pavorosas que
mediaba entre aquellos mundos y nosotros, no calcular los
miles de años que tardaría un tren de ferrocarril en
llegar a la estrella Betelguese. Porque recuerdo que, al
mirar aquellas polvaredas estelares, mi alma caía en el
vértigo del abismo, anonadada todo ella por la brutalidad
que gravitaba desde lo alto y que la reducía brutalmente a
polvo, como en un mortero. Y lagrimeaba yo, tal un niño
extraviado en un bosque, sin saber aún que todo aquel
enjambre de mundos cabía en la pequeñez de un
entendimiento humano, por ser el intelecto una esencia no
espacial y hallarse libre de las tres dimensiones del
Espacio. Al recordar aquellas lágrimas infantiles, pienso
ahora que muchos niños deberán llorar aún en la llanura,
bajo el agobio de las noches australes, para que se
inauguren dichosas vías de ascensión en el cielo desnudo
de la patria.
Poco a poco el viento de angustia que señoreaba en mi
ánimo fue concediéndome vastas horas de tregua. Y, poco a
poco, triunfando sobre su devastación continua, el mundo
de las formas y los colores empezó a revelarme su secreto
en la felicidad de una contemplación cuya virtud yo no
entendía entonces, pero que me libraba de mí mismo y
de mis terrores, levantándome a la dulzura de ciertos
climas espirituales no gozados aún. El esplendor de
aquellas formas (espigas, caballos, flores) que no sabían
morir en la llanura, y que si bien desertaban en cada
poniente de la materia volvían a encarnarse con igual
hermosura según el ritmo de estaciones exactas, no sólo me
ofrecía un simulacro de la estabilidad que yo soñaba, sino
que iba despertando en mi ser no sabía yo qué graves
resonancias, como si mi entendimiento y las cosas
iniciasen ya un diálogo íntimo en el cual hablaban las
cosas y mi entendimiento les respondía vagamente. Sólo más
tarde comprendí aquel arrebato idioma de la belleza; y
supe que mi destino era el de perseguir la hermosura según
el movimiento del amor. Entretanto, me aferraba yo a la
seguridad y a la delicia en que las formas de las
criaturas me conformaban graciosamente; las veía nacer, y
mi corazón gozaba en su primavera; la veía morir, y mi
corazón entraba en su invierno. Fue así como, durante
algunos años, mi infancia pareció girar sobre los mismos
polos de la tierra. Gracias a una tía floral (si no fue un
ángel hortelano quien plantó el jardín y la huerta de
Maipú) tenía yo detrás de la casa un paraíso en miniatura
donde árboles bien cuidados redondeaban ese prodigio de
los frutos y rendían una sombra bajo la cual prosperaban
ejércitos de flores no habituales en la llanura quemada de
sol y barrida de vientos. Adán en mi jardín o Robinson en
mi isla, deambulaba yo a toda hora en aquel recinto; mi
entendimiento discurría y zumbaba en torno de aquella
hermosura, queriendo penetrar hasta el nectario
inteligible de las cosas, a la manera de un abejorro que
persiguiese alguna miel adivinada. Presidía yo el
nacimiento de las formas: las miraba crecer hasta lograr
un esplendor que salía de madre, que rebalsaba los límites
de la materia, que se hacía doloroso en razón de su misma
intensidad al fin, como en la nostalgia de no sabía yo qué
gusto edénico perdido alguna vez y rescatado quizás en el
sabor de aquellas formas que se rompían a fuerza de querer
decirme algo. Después llegaba el otoño, y con él un
crepúsculo de las mismas formas adorables que yo había
visto crecer en el huerto y que el declinar ahora
proyectaban sobre mi ánimo la grave dulzura de sus
muertes. Y así como la tierra se desvestía, guardaba sus
tesoros y parecía reconcentrarse toda ella en el umbral
del sueño, así mi corazón iba replegándose también sobre
sí mismo, entraba en su invierno, se adormecía para lo
exterior y se desvelaba otra vez en el proceso íntimo de
sus cavilaciones. Desfilaban los días y las noches
invernales; la tormenta gruñía como un perro en el
horizonte, se acercaban, retrocedía y cargaba de pronto
sobre la llanura, con su escuadrón de nubes y su látigo de
viento; caía la lluvia, repicaba en los techos y los
vidrios, ponía un cerco de aguas crecientes a la
residencia de Maipú, enceguecía las ventanas; y era grato
recorrer las alcobas en penumbra, o buscar olores
entrañables en las ropas, o leer viejos papeles olvidados,
o rememorar gracias antiguas en la flor seca o en la
mariposa difunta que yo había guardado entre las páginas
de mis libros. Y más tarde llegaba para mi cierta desazón
que me conducía prematuramente a un sabroso espionaje de
la primavera futura; vigilaba yo los árboles del jardín,
medía la profundidad de su sueño, estudiaba su ramaje
desnudo en busca de algún brote que despuntase, o de
alguna yema que reventara; defraudado en mi anhelo,
removía la tierra y exhumaba bulbos de jacinto, para ver
si dormían aún o insinuaban ya sus tiernos espolones.
¡Inútil! La gran revelación venía de pronto, alguna
mañana, tras una noche de calor y aguacero. Y era de salir
a la huerta y quedarse allí como deslumbrado ante una
locura de glicinas que resucitaban.
Al mismo tiempo aquellas emociones iban despertando en mi
ser un ansia viva de expresión, un deseo incontenible de
hablar el mismo lenguaje un ansia viva de expresión, un
deseo incontenible de hablar el mismo lenguaje con que me
enamoraban las criaturas. Ya en el jardín y huerta de
Maipú había comenzado a observar los dos tiempos de la
inspiración que se daban en mí ante la hermosura de las
cosas; una embriaguez fundida en lágrimas, y el nacimiento
de una idea musical que se debatía en mi ser y buscaba su
manifestación. Como no dispusiera yo, en mis comienzos, de
arte ninguno, me valía de palabras incoherentes o voces en
libertad, no por lo que significaban ellas mismas,
naturalmente sino por el valor intencional que yo les
asignaba según el caso. Así una misma frase, con el solo
prestigio de su música y el de mi exaltación, era capaz de
traducir las más encontradas emociones de mi espíritu;
como aquella de la "la rosa, la pura rosa, la descarnada
rosa ", que yo sabía pronunciar en todos los matices de la
desolación o el júbilo. Después el arte sucedió al caos, y
el orden musical a la incoherencia. Y no voy a numerar
ahora las fatigas y desvelos en que me puso el ejercicio
del canto. Sólo recordaré que una mañana, leyendo mi
composición en clase, don Bruno exclamó, dirigiéndose a
los chicuelos: "Adán Buenosayres es un poeta". Y los
alumnos me miraron sin entender, y enrojecí de vergüenza,
como si me hubiesen desnudado en público. Tenía catorce
años."
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